Nada justifica la escritura de un poema
salvo la imperiosa necesidad de ser feliz
Alfredo Herrera
Escribe: Walter L. Bedregal Paz
Afredo Herrera Flores
(Lampa, 1965)
Trabajó como periodista - fue editor general del diario Arequipa al día, también trabajó como editor de información internacional en el diario Presencia de
En 1995 obtiene el Primer Premio de
De Herrera Flores podemos decir que su vida como otras vidas ejemplares, ejerce una poderosa fascinación. En alguna medida, poetas como él hay pocos que escriben la imagen de uno mismo, soñando en el molde ideal de uno de ellos; en su poesía podemos verlo fluir venturoso, constante; Pablo Guevara expresa del poeta: “… con el alma abierta para contarnos los múltiples momentos de un proceso continuo desde la desconfianza que sigue a la confianza o viceversa y sirven para afirmar el vigor creador de la poesía arequipeña”.
Su presencia constituye poderosa invitación, ineludible reto. Por ello, como poeta es capaz de ser fiel a su tarea, auténtico hasta el sacrificio. Por eso encontrar y poner no como mito ni símbolo a Alfredo Herrera Flores, con quien
LEVEDAD DEL TIEMPO
mejor no hablar de la distancia
si todo tiene principio y fin
ni la delgada línea
que separa el mar del cielo
ni el fino polvo que levanta el
crepúsculo
no mencionar los espejismos
ni los sueños que la memoria
ha traicionado
no pensar en la sutil respiración
con que desaparece el día
una vez más las palabras
vendrán como pájaros a poblar la
tarde
o como nubes o niños
y en cada palabra
niño nube o pájaro
habrá una historia y en cada
historia
un silencio insoportable
un aire inquieto nos envuelve
y amenaza la mirada
arde el tiempo
y se detiene
el peso de un insecto amenaza la
hierba.
Boris Espezúa, refiere su parecer de Alfredo Herrera por la obtención del Premio COPE 1995, que convoca Petro Perú con una singular fraternidad, que debe siempre imperar entre los poetas: (1996) “... no es casual que Lampa de poetas de calidad, Vladimir Herrera, que con Mate de Cedrón y Verano inculto, también suscitaba el interés de la crítica literaria nacional; tenemos a Víctor Humareda y otros escritores y artistas plásticos que afirman a Lampa, como cuna histórica y sensible, de membranas raíces artísticas. La poesía de Alfredo no es difícil, un lector rápidamente puede identificarse con cualquiera de sus poemas, siendo todos buenos y por los referentes que toca, no solo un puneño, sino un peruano latinoamericano puede compartir el mundo poético de Alfredo, en ese sentido como dice Pablo Guevara: “…es una poesía que sin caer en el nativismo y cosmopolitismo está sustentada por el trabajo textual, por el equilibrio admirable que se logra entre palabra y mensaje, que nos desvela el tono lírico, bronco y la mirada de un temible poeta, que como un gran cóndor, pude subir a las cumbres, y bajar al llano, y golpearnos con sus paisajes y su ternura infinita”.
La presencia de la poesía peruana y puneña gana con Alfredo Herrera, espacios que para muchos se creía perdidos y se instala en Puno, y en el Perú para ser un faro a las nuevas generaciones. Felicitaciones Alfredo”. ( En Cualquiercosario, Nº 02).
Publicó en el 2002, “Mares”, Lago Sagrado Editores.
II
Dicen que la vieron deambulando en la plaza de Ácora un lunes
de feria, polleras negras hasta los tobillos, pies descalzos, y
cabeza gacha, montera remendada para protegerse no del
sol, sino de alguna mirada. También creyeron haberse topado
con ella en las alturas de Imata unos arrieros que habrían
perdido el rumbo de la noche.
Preguntaron en una posada por el suroeste y un dedo flaco
señaló el horizonte, los ojos dueños del dedo estaban llenos de
lágrimas.
No faltaron quienes al llegar a sus casa contaron que durante
tres días con sus noches una mujer lloró en el valle de
Ollantaytambo y el viento esparció su nombre en cada pueblo
y el río creció sin remedio y se llevó al mar penas y alegrías,
todo junto.
La última vez que la vieron fue en la puerta del templo de Lampa,
consolando a un hombre que habría quedado ciego por querer
tapar el sol con un dedo.
III
Los años han ido deformando las cumbres donde su padre
levantó su templo, el tiempo ha oscurecido su color, pero
también le ha dado brillo a su imponente presencia; como un
árbol sus oraciones se elevaron en perpetua meditación
entre planicies, valles y quebradas.
Flores que aparecen sin previo anuncio, mariposas que
desaparecen dentro de las flores, hojas verdes como lengua-
jes inmediatos, agua anónima que es para todos y no es de
nadie, rocas que se cubren de musgo como avergonzadas,
mentiras en boca de los mortales, isla que perdura en tu mira-
da Miranda, como para no creerlo, como para que los Andes
perpetuos entonen la misma canción. Nada se destruye, todo
es un abrir y cerrar de ojos. Hoy un paisaje, mañana
un recuerdo.
Música, entre dientes, desde labios cerrados, ausencia de
manos y pasión de ofrendas sobre un lago que también es tu
templo bajo este cielo azul, sobre esta arena gris, junto a este
campo verde diciéndote adiós en medio de la sierra sur.
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(*) Parte de este texto está inmerso en el libro Aquí no falta nadie, antología de poesía puneña de Walter L. Bedregal Paz. Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" & LagOculto Editores. 2008.
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