domingo, 10 de agosto de 2008

Alfredo Herrera *



Nada justifica la escritura de un poema

salvo la imperiosa necesidad de ser feliz

Alfredo Herrera



Escribe: Walter L. Bedregal Paz


Afredo Herrera Flores

(Lampa, 1965)



Trabajó como periodista - fue editor general del diario Arequipa al día, también trabajó como editor de información internacional en el diario Presencia de la Paz – Bolivia. En el año de 1986 publicó un breve libro de poemas, titulado Etapas del viento y de las mieses. Al año siguiente se editaron en Alemania algunos de sus poemas que luego fueron incluidos en el libro Recital de poesía, que obtuviera Mención Honrosa en la IV Bienal de Poesía Premio COPÉ 1988, publicado en el año 1990 por Flor de Cactus editores. En el mismo año de 1988, obtiene Mención en el Premio Poeta Joven del Perú. En 1995, Lluvia editores, publicó su libro Elogio de la nostalgia, y obtuvo el Primer Premio del Concurso Nacional de Poesía convocado por el Municipio de Paucarpata, en Arequipa.


En 1995 obtiene el Primer Premio de la VII Bienal de Poesía “Premio COPÉ 1995” con Montaña de Jade.


De Herrera Flores podemos decir que su vida como otras vidas ejemplares, ejerce una poderosa fascinación. En alguna medida, poetas como él hay pocos que escriben la imagen de uno mismo, soñando en el molde ideal de uno de ellos; en su poesía podemos verlo fluir venturoso, constante; Pablo Guevara expresa del poeta: “… con el alma abierta para contarnos los múltiples momentos de un proceso continuo desde la desconfianza que sigue a la confianza o viceversa y sirven para afirmar el vigor creador de la poesía arequipeña”.


Su presencia constituye poderosa invitación, ineludible reto. Por ello, como poeta es capaz de ser fiel a su tarea, auténtico hasta el sacrificio. Por eso encontrar y poner no como mito ni símbolo a Alfredo Herrera Flores, con quien la Generación de poesía puneña de fin de siglo logró tener un representante lúdico, y la poesía puneña encontró el diálogo de digno representante de emulación, lo cual, lo ha convertido en el más fecundo motivador de poetas.



LEVEDAD DEL TIEMPO


mejor no hablar de la distancia

si todo tiene principio y fin

ni la delgada línea

que separa el mar del cielo

ni el fino polvo que levanta el

crepúsculo

no mencionar los espejismos

ni los sueños que la memoria

ha traicionado

no pensar en la sutil respiración

con que desaparece el día

una vez más las palabras

vendrán como pájaros a poblar la

tarde

o como nubes o niños

y en cada palabra

niño nube o pájaro

habrá una historia y en cada

historia

un silencio insoportable

un aire inquieto nos envuelve

y amenaza la mirada

arde el tiempo

y se detiene

el peso de un insecto amenaza la

hierba.


Boris Espezúa, refiere su parecer de Alfredo Herrera por la obtención del Premio COPE 1995, que convoca Petro Perú con una singular fraternidad, que debe siempre imperar entre los poetas: (1996) “... no es casual que Lampa de poetas de calidad, Vladimir Herrera, que con Mate de Cedrón y Verano inculto, también suscitaba el interés de la crítica literaria nacional; tenemos a Víctor Humareda y otros escritores y artistas plásticos que afirman a Lampa, como cuna histórica y sensible, de membranas raíces artísticas. La poesía de Alfredo no es difícil, un lector rápidamente puede identificarse con cualquiera de sus poemas, siendo todos buenos y por los referentes que toca, no solo un puneño, sino un peruano latinoamericano puede compartir el mundo poético de Alfredo, en ese sentido como dice Pablo Guevara: “…es una poesía que sin caer en el nativismo y cosmopolitismo está sustentada por el trabajo textual, por el equilibrio admirable que se logra entre palabra y mensaje, que nos desvela el tono lírico, bronco y la mirada de un temible poeta, que como un gran cóndor, pude subir a las cumbres, y bajar al llano, y golpearnos con sus paisajes y su ternura infinita”.


La presencia de la poesía peruana y puneña gana con Alfredo Herrera, espacios que para muchos se creía perdidos y se instala en Puno, y en el Perú para ser un faro a las nuevas generaciones. Felicitaciones Alfredo”. ( En Cualquiercosario, Nº 02).

Publicó en el 2002, “Mares”, Lago Sagrado Editores.




II

Dicen que la vieron deambulando en la plaza de Ácora un lunes

de feria, polleras negras hasta los tobillos, pies descalzos, y

cabeza gacha, montera remendada para protegerse no del

sol, sino de alguna mirada. También creyeron haberse topado

con ella en las alturas de Imata unos arrieros que habrían

perdido el rumbo de la noche.

Preguntaron en una posada por el suroeste y un dedo flaco

señaló el horizonte, los ojos dueños del dedo estaban llenos de

lágrimas.

No faltaron quienes al llegar a sus casa contaron que durante

tres días con sus noches una mujer lloró en el valle de

Ollantaytambo y el viento esparció su nombre en cada pueblo

y el río creció sin remedio y se llevó al mar penas y alegrías,

todo junto.

La última vez que la vieron fue en la puerta del templo de Lampa,

consolando a un hombre que habría quedado ciego por querer

tapar el sol con un dedo.



III

Los años han ido deformando las cumbres donde su padre

levantó su templo, el tiempo ha oscurecido su color, pero

también le ha dado brillo a su imponente presencia; como un

árbol sus oraciones se elevaron en perpetua meditación

entre planicies, valles y quebradas.

Flores que aparecen sin previo anuncio, mariposas que

desaparecen dentro de las flores, hojas verdes como lengua-

jes inmediatos, agua anónima que es para todos y no es de

nadie, rocas que se cubren de musgo como avergonzadas,

colores que no son colores y son hermosos y aromas como

mentiras en boca de los mortales, isla que perdura en tu mira-

da Miranda, como para no creerlo, como para que los Andes

perpetuos entonen la misma canción. Nada se destruye, todo

es un abrir y cerrar de ojos. Hoy un paisaje, mañana

un recuerdo.

Música, entre dientes, desde labios cerrados, ausencia de

manos y pasión de ofrendas sobre un lago que también es tu

templo bajo este cielo azul, sobre esta arena gris, junto a este

campo verde diciéndote adiós en medio de la sierra sur.



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(*) Parte de este texto está inmerso en el libro Aquí no falta nadie, antología de poesía puneña de Walter L. Bedregal Paz. Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" & LagOculto Editores. 2008.

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