martes, 23 de diciembre de 2008

ENCUESTA LITERARIA 2008 DE LA AGENDA PERUANA DE LITERATURA



Aquí no falta nadie. Antología de poesía puneña, de Walter L. Bedregal Paz, es uno de los títulos que del Grupo Editorial "Hijos de la lluvia", fue incluido en la categoría "Mejor Antología poética de 2008".

Gracias a la Agenda Peruana de Literatura los lectores tenemos una encuesta global sobre los libros del año. Dicha encuesta se realizará desde el 21 de diciembre hasta el 10 de enero, y está dividida por categorías:1-Mejor novela de 20082-Mejor cuentario de 20083-Mejor poemario de 20084-Mejor antología narrativa de 20085-Mejor antología poética de 20086-Mejor libro de crónicas de 20087-Mejor reedición narrativa de 20088-Mejor reedición poética de 20089-Mejor libro de ensayo/crítica literaria de 200810-Mejor libro de ensayo (Teatro) de 200811-Mejor revista literaria de 2008. VOTE AQUI:


lunes, 22 de diciembre de 2008

Aquí no falta nadie CANDIDATO A "MEJOR ANTOLOGÍA POÉTICA 2008"


Aquí no falta nadie
Antología de poesía puneña
Walter L. Bedregal Paz
Grupo Editorial “Hijos de la lluvia” & LagOculto Editores
2008-305 pp.





Hay poetas a los que Dios ha de expulsar del paraíso
para que no le hagan sombra.
E. G. Ordorika





La fractalidad en la poesía


Los libros y más si son antologías, tienen – y de eso, ya lo he comprobado – un momento mágico, su tiempo extraordinario que irrumpe casi sin darnos cuenta, ese tiempo para su espera, pero que definitivamente convoca toda una gama de comentarios y estos conformados por textos de diversa temática que aparentemente los alejan pero que en realidad los acercan y se aproximan para constituir el resultado del nuevo enfoque crítico literario – en esta oportunidad del sur peruano -, donde hacía tiempo no se notaba -al unísono-, desde un criterio simple y académico hasta mediocres análisis, de cómo la crítica literaria toma su papel como tarea casi de la imperfección; con palabras de José Miguel Oviedo: Una perpetua cacería que busca su presa mediante sucesivas aproximaciones y asedios.
La antología de poesía puneña, Aquí no falta nadie fue creada por un impulso interno irresistible, como el amor; pero cuando ya estuvo lograda, comprendí en la necesidad de protegerla, como a un hijo. Y entonces. Llega el momento de tropezarte con esa gran muralla: el crítico.
Es ahí donde entendí que las opiniones de los críticos no modifican ninguna obra, no le añaden ni quitan un milímetro; después de las alabanzas más desmedidas, como ataques enconados, la antología permanece igual, con sus mismas virtudes y sus mismos defectos. (WB).




Breves comentarios del libro, por algunos entendidos en poesía:

Pero la antología de Bedregal ha levantado más que polémicas, más allá de su buen gusto o no, del buen o mal análisis de la obra escogida, ha provocado una suerte de huracán que atrae a su centro a todos los actores de su empresa (antologados, no antologados, lectores, críticos, estudiosos y curiosos) y desde el ojo de ese huracán cada quien opina sobre si la mirada de Bedregal fue la correcta. Y el libro en sí, será sometido a la mirada fractal de cualquier otro estudioso, que busque explicaciones técnicas, éticas o estéticas a la poesía escrita alrededor del lago.
Alfredo Herrera Flores.





«La antología de poesía puneña Aquí no falta nadie es uno de los libros más importantes de la literatura puneña de los últimos tiempos. Nos sorprende su aparición. En su selección hubo muchísimo cuidado para considerar a los autores y a los textos, dos aspectos que nos parecen notables pues su autor, Walter Bedregal, nos muestra un tremendo gusto por la buena poesía, lo cual, seguramente se debe a sus infatigables lecturas que, además, debido al prólogo de este libro, nos permite saber que está informado ampliamente sobre las últimas tendencias de la crítica literaria, los presupuestos teóricos empleados en este libro que, reitero, son ciertamente notables.
Juan Luis Cáceres Monroy.





«Esta antología es una visión nueva, un enfoque diferente, una propuesta distinta, fundamentada en presupuestos teóricos actualizados y tamizados en un esfuerzo globalizador de todo el proceso poético puneño. Así, vamos a encontrar ejes temáticos que reúnen a poetas de la primera década del siglo pasado con poetas «novísimos» o de fin de siglo. O también estilos o escrituras similares, sesgadas en el tiempo por elementos inubicables para ojos menos visores que los de Bedregal.
Percy Zaga.





Esta antología viene a cubrir un hondo vacío–olvido que alguien por ahí debió realizar, parece que ahora ya no hará falta, porque ésta de Bedregal, no sólo llena ese vacío, sino que también lo cubre pulcramente. El antólogo de Aquí no falta nadie obvia la historia de los diversos movimientos y épocas o estilos poéticos (poquísimos realmente en Puno) y, en cambio, asume los postulados de Genette y Deleuze–Guatari, quienes enrumban hacia otros horizontes su visión literaria, unos espacios que tienen rasgos o aperturas de conexión, heterogeneidad y sus principios de multiplicidad, tal como señalan en los núcleos que configuran los capítulos vertebrales de Mil mesetas.
Darwin Bedoya.





Las antologías siempre darán que hablar, porque no son todos los que están, ni todos los que están son. Pero la que reseñamos, ha sido petardeada desde todas las ínsulas lacustres, aun por los propios antologados. Y ello, según el autor, está bien, porque así declaran la existencia de su trabajo ante el registro civil literario.
Desde el título tiene un espíritu provocador, porque si no falta nadie, las ausencias están demás. Sin duda que esto ha llamado la atención de los puneños y han enfilado contra el libro sus lanzas coloradas.
José Gabriel Valdivia.







De ahí que no hay nada que reclamar a Walter. ¿Quemar el libro?, ¿recomendar que no se compre, o no se lea? No, nada de eso, pues parafraseando lo que le dijo a través de una carta César Vallejo a uno de los seleccionados, la antología ya está caminando, y «lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado”.
José Luis Córdova.







Lo que quiero decir es que aquí los pacifistas no son bienvenidos, los conciliadores pueden tomar su lugar entre los conformistas, es decir los mediocres, la poesía es un espacio para guerreros y este libro tiene aroma a batalla.
José Luis Ramos Salinas.







La antología tiene un extenso prólogo donde se hace hincapié justificativo de los poetas que se han seleccionado, considerando de cada uno de ellos méritos y singularidades que hacen posible merecerse el espacio del antologador. Así mismo en dicha presentación desde el título “Las puertas se han cerrado” se opta por una postura diríamos preclusiva, donde se cierra no sabemos con claridad la razón, la voz de otros poetas.
Boris Espezúa Salmón.







Por otra parte, lamento que en Puno todavía no tengamos una noción clara de qué es una presentación de libros; no distingamos aún cuándo una situación comunicativa exige un diálogo espontáneo o protocolar; y que continuemos utilizando dichos espacios para manifestar nuestras propias frustraciones personales, narcisismos excéntricos sin propósitos crítico-valorativos.
Bladimiro Centeno Herrera.







Me parece que la polémica ha degenerado. Se quiere retorcer la lógica y se pone atención a detalles con el único fin de alargar el juicio y aburrir a la opinión publica. Están creando cortinas de humo para evitar la discusión sobre el tema de fondo: tu intento de reordenar el canon regional de la literatura puneña con un nuevo modelo teórico.
Me parece legitimo de tu parte la utilización de la teoría de los fractales.
Juan Zevallos Aguilar.







A menudo las antologías son famosas por los nombres de los ausentes, excepciones que confirman las motivaciones que las producen. Es decir, no todas las antologías están hechas para poner en vitrina a los más queridos, los más aptos, los más conocidos, sino para señalar derroteros, bucear en los caminos que construyeron la pasión literaria de un espacio cultural y geográfico. La gran poesía puneña, en 'Aquí no falta nadie', antología poética de Walter Bedregal Paz, puede darse el lujo de reconstruir un itinerario de voces que coinciden, se contradicen, suman. Se trata de una antología inteligente y sustentada en una tesis tan sencilla como perentoria: no es antología de poetas, sino de poemas. Es decir, el libro batalla con la poesía y lanza el reto de su selección. Su primera consecuencia es la divulgación de esa poesía, que sin querer se vuelve canon por su propia naturaleza selectiva. Y también, como al revés dice el título de su prólogo, abre puertas en lugar de cerrarlas, pues el inútil sueño de toda antología es cerrar el círculo y ceñir laureles, cuando siempre abre puertas simplemente, señala caminos, seduce e invita con su presencia temporal. El título del libro es excelente, pues desnuda el móvil de toda antología. Los resultados siempre son provechosos, como este libro tan atrevido como necesario.
Ricardo Vírhuez Villafane
Director de la Revista Peruana de Literatura

lunes, 13 de octubre de 2008

AQUI NO FALTA NADIE 2



PRESENTACIÓN DE

AQUÍ NO FALTA NADIE: Antología de poesía puneña

Instituto Cultural Peruano Norteamericano

Arequipa, 24 de setiembre de 2008

Por: José Luis Ramos Salinas

Es curioso que un libro se presente dos veces, más curioso que el presentador sea el mismo, y más todavía si ambas presentaciones se hacen en una ciudad tan pequeña para estos menesteres como es Arequipa. Pero estamos aquí y eso -no diré que es lo que importa- sino que hay que hacerlo importar.

Presenté este libro hace ya algunos meses en la Alianza Francesa y luego del acto casi protocolar, como tiene que ser, pasamos a una discusión más amical del mismo, que giró en buena medida alrededor de quienes reclamaban a gritos por la ausencia de algunos poetas en el libro que comentamos. Así surgió la idea de que un buen título para una antología era: Los hijos de puta. Pues, creemos que así, nadie zapatearía para que lo incluyan en ella.

Luego, he tenido la oportunidad de leer algunas críticas al libro que nos convoca esta noche y también las respuestas que se han dado a las mismas. Y ello, junto con la anécdota apenas señalada, me convencieron de poner a debate esta noche, las ideas que propondré en unos instantes.

Pero hagamos antes una pequeña remembranza de la presentación en la Alianza Francesa. En aquella ocasión, hablamos básicamente de dos cosas, a propósito, más que de la antología misma, del método elegido por Walther Bedregal para hacer esta antología,: los rizomas formados a manera de fractales en base a hipotextos e hipertextos. Dijimos entonces que tal método chocaba con dos cuestiones:

La primera: que varios de los antologados no cabían dentro del rizoma planteado, por lo que el problema de la antología no era, como se ha dicho, el que faltan varios poetas, sino que sobraban algunos.

La segunda: iba a cuenta del subtítulo del libro: Antología de la poesía puneña, pues sostuvimos que el método del rizoma no admitía gentilicios en cuanto determinación geográfica, y por tanto entraba en crisis la puneñidad si se refería a un ámbito espacial, e incluso si se refería a una identidad cultural, si esta es pensada como algo dado y no como algo que se construye, que es el postulado de quienes proponen el rizoma como forma de organización de todo lo que se mueve (no de los que está) en la sociedad contemporánea.

También hablé, ciertamente, de los méritos que creo tiene esta antología, pero no los voy a resumir aquí. Prefiero reflexionar otra vez sobre el método de los rizomas, pero esta vez vinculándolo no a la antología misma, sino a las críticas que se le han hecho.

PRIMERA CRÍTICA: No están todos los que deberían estar.

La crítica que más se ha escuchado y leído acerca de esta antología, es que hay varios poetas que por su calidad y trayectoria merecían haber sido antologados, no haberlos considerado es una falta de respeto, y hasta una provocación e insulto si se tiene en cuenta que la antología se titula: Aquí no falta nadie.

Tratemos ahora de deconstruir esta crítica. Para eso prestemos atención a las categorías que utiliza:

Poeta: en primer lugar se reclama por la ausencia de poetas, y esto revela algo que muy posiblemente ni siquiera los antologados han percibido, esta antología es una antología de poemas, no de poetas; entre estas páginas no hay poeta alguno, lo que hay aquí son poemas. Si esto es cierto, lo que acabamos de decir vale en realidad para cualquier otra antología. Entonces, para que la crítica sea válida, para que el reclamo sobre ciertas ausencias sea coherente, no debió hablarse de poetas, sino de poemas. Debió decirse: cómo es posible que tal poema no haya sido incluido, si se trata de un texto fundacional, o para decirlo con las categorías con las que trabajó el antologador: si se trata de un hipotexto; o de un hipertexto que revaloró tal o cual hipotexto, o que diversificó el rizoma de la poesía puneña dándole una riqueza que no tenía.

Pero no se reclamó por eso, se reclamó por poetas, acaso reclamaban por ellos mismos, como si los poetas tuvieran alguna importancia. Raúl Zurita lo dice muy claro, no importa el poeta, lo que importa es la poesía, y la poesía no le pertenece a los poetas, ni siquiera sus poemas le pertenecen (mucho menos en estructuras rizomáticas, como intentaremos demostrar más adelante), la poesía le pertenece al lector, le pertenece a todo aquel que puede emocionarse ante algunas líneas impresas en un papel. Al poeta no le corresponde presentar reclamos por no ser incluido en una antología, esa es labor de la burocracia, de la mesa de partes; al poeta le corresponde la construcción de una sociedad en la que todos puedan gozar y sufrir la poesía, si para eso ecribe poemas en buena hora; si para eso lucha contra todo lo aintipoético, qué bueno.

Por tanto, este libro solo puede ser objeto de reclamo sino despertara emociones en el lector, que podría, incluso, no leer o no recordar en lo absoluto el nombre del autor o los autores. Y yo creo que este libro destila emociones por todos lados, que este libro está lleno de poesía y en ese sentido no admite reclamo alguno. Aunque para ser consecuentes con lo que acabamos de decir, sí hay algo sobre qué protestar: que se haya incluido los nombres de los autores.

Walther Bedregal subestimó a los autores de los poemas que incluyó en su libro, a ellos no les interesa en absoluto figurar, solo les interesa la poesía, solo les interesa las emociones que sus textos pueden provocar, estoy completamente seguro que estos poetas le pedirán a gritos que en la próxima edición borre sus nombres, demasiado antipoéticos para un libro tan bueno como éste.

Por eso el antologador se equivocó cuando tituló su libro Aquí no falta nadie, porque aquí no hay nadie, aquí hay algo. O al revés: Aquí sobran todos, salvo los poemas.

Vayamos a la otra categoría: la trayectoria de los excluidos. Los poetas puede que tengan trayectoria, muchas veces ésta puede ser absolutamente nefasta desde el punto de vista de las buenas costumbres, de la ley incluso; otras veces ésta puede ser brillante desde la perspectiva de los premios obtenidos, la producción bibliográfica, etc. Pero insistamos aquí no hay poetas, los poetas se antologan en las páginas sociales de las revistas de moda; aquí hay poemas, poesía, y ésta no tiene trayectoria, o es inaprensible, se presenta como un momento mágico detrás del cual puede haber mucho trabajo y mucho tiempo por parte del autor, pero veremos que en las estructuras hipertextuales los autores no importan, sino los lectores, y para ellos se trata de un instante de lucidez.

Además las estructuras rizomáticas se mueven en lo que Manuel Castells llama el tiempo atemporal, y no puede haber trayectorias en él, al menos en el sentido en que lo plantean quienes esbozaron esa crítica a este libro.

Que esta antología constituye una provocación y un insulto, me parece más una virtud que un defecto en una sociedad tan pasiva como la que vivimos, en la que la tragicómica profesía de George Orwell parece haberse cumplido en cuanto al Gran Hermano y su poder panóptico, incluidos los rizomas, por cierto. En donde la rebelión consiste en emborracharse con los cocteles que nos invitan las instituciones del sistema, o en participar de los actos celebratorios del mayo del 68 que organiza Zarkozy.

En un mundo así la poesía tiene que ser provocación, en un mundo que es una especie de estercolario planetario, la poesía tiene que ser un insulto. Si este libro es, entonces, una provocación y un insulto, ello no abona en su contra, sino a su favor.

SEGUNDA CRÍTICA: Hay algunos que no debieran estar.

Esta crítica se cae por su propio peso. En primer lugar ya dijimos que no tiene sentido hablar de personas. En todo caso debió decirse que hay algunos poemas que no debieron estar y demostrar por qué.

Y los criterios hubieran sido tan difíciles de sostener como lo son los que justifican su presencia en algo que estamos denominando, mediante una estructura rizomática: poesía puneña.

Pues tendríamos que establecer con toda claridad qué es lo puneño. Y si aceptamos la lógica hipertextual esa tarea no solo se hace difícil, sino imposible. No hay manera de establecer dónde termina lo puneño y dónde empieza lo que no lo es. Los rizomas ponen en crisis la categoría de identidad.

UNA REFLEXIÓN FINAL

Si aceptamos todo lo que hasta aquí se ha dicho y nos fijamos bien, comprenderemos que la lógica hipertextual no solo ha puesto en cuestión la identidad, sino la autoría misma.

Este libro está concebido, aunque no impreso, como una obra en sí misma, no como un conjunto de poemas yuxtapuestos, sino como un gran poema hipertextual. Pero entonces salta la pregunta, quién es el autor de Aquí no falta nadie. Y aquí tendrá que disculparme Walther, porque ciertamente en la estructura hipertextual, él, más que un autor, es un promotor de ciertas conexiones, de ciertos flujos, aunque si aceptamos las premisas que él mismo se ha planteado, ni siquiera vendría a ser un promotor, pues los lazos ya existían antes de que él publicara este libro. Entonces, Walther vendría a ser lo que dijimos en la primera presentación que hicimos de este texto, un magnífico fotógrafo de un cierto rizoma en un momento dado.

Pero si Walther no es el autor, quién lo es entonces? Los poetas cuyos poemas han sido antologados? Podría ser, pero a lo sumo de «sus propios» poemas, y lo que está aquí no es una sumatoria de poemas, ni una sumatoria de autorías, sino una estructura conformada por hipo e hipertextos. Y lo que nos estamos preguntando es quién es el autor de esta estructura: todos los poetas y a la vez ninguno, y puesto que la estructura alcanza «palpabilidad» en la construcción mental que de ella se hace el lector, en realidad el autor es el letor, o por lo menos un prosumidor, en la fórmula de Alvin Toffler, es decir que cuanto menos participa parcialmente en el proceso de creación. Los autores serían entonces los poetas y los lectores. Pero no podríamos referirnos solo a los poetas que aparecen en el índice, porque sin duda ellos se habrán valido de hipotextos escritos por poetas ausentes explícitamente de este libro, pero no creativamente. Y qué lectores? los que leyeron el libro obviamente, pero también los que lo van a leer, y no podemos responder, en este extremo, a esa pregunta, sino de manera abiertamente indefinida, con lo que la idea de autoría se difumina hasta desaparecer por completo.

Y así se cumple lo que quería Raúl Zurita, que no importen los poetas, los autores, sino la poesía. Un gesto en este sentido sería dejar de firmar los poemas, los libros. O en todo caso colocar en el pie de imprenta algo así como: texto base por fulano, recreación por usted. O fulano propone, usted dispone. Y por usted nos estamos refiriendo al lector como es obvio.

Pero nos parece poco justo que éstas recreaciones no tengan otro espacio que la mente del lector, debieran, pensamos, incorporarse al texto mismo, haciendo de éste un hipotexto y del que añade el lector un hipertexto. Notas al margen o al pie, podría ser, pero esa es una tecnología de las épocas en las que no se cuestionaba la categoría de autor. Ahora tenemos tecnologías mucho más potentes que permiten no solo hacer esos agregados, sino integrarlos en el texto base, de manera que pasa de hipertexto a hipotexto, y así puede dar paso a otro hipertexto que podrá convertirse en hipotexto y así hasta el infinito. Esa tecnología es la que usa Internet, pero no es exclusiva de ella.

Todo esto, nos lleva a decir finalmente, que si lo que se quería era llevar hasta las últimas consecuencias el método de fractales, rizomas, hipotextos e hipertextos, este libro no debió tomar el formato impreso que tiene, sino uno digital, mejor virtual, que dejara lo nodos abiertos para convertirse en fuente inagotable de hipertextos, que definitivamente ya no estarán bajo el control del antologador.

Claro que eso ya no sería poesía, sino hiperpoesía, y no sé si la vanidad de los poetas, sea capaz de resistir tanto.

sábado, 11 de octubre de 2008

SOBRE VIENTOS, ALTURA, UN LAGO Y UNA ANTOLOGÍA DE POESÍA



Por: José Córdova

La poesía hecha en nuestro país es vastísima, diversa, inagotable, y en muchos casos, hasta singular, sobre todo si hacemos un recorrido, no tan minucioso, desde la aparición de José María Eguren, (sin olvidar por cierto a Mariano Melgar, y la “poesía oral” recopilada por estudiosos inagotables como el mismo José María Arguedas) pasando luego por las vanguardias de inicios del siglo XX, hasta su total diversificación a partir de los años 60 de ese mismo siglo.
Ahora bien, si atendemos las propuestas de “heterogeneidad” de Antonio Cornejo Polar o la de “hibridaje” de Néstor García Canclini, se puede armar fácilmente un corpus poético que de pronto pueda convertirse en un derrotero (como un intento más viable, digamos), que nos ayude a entender el por qué de esta riquísima orfebrería que hasta el momento representa la poesía peruana, no sólo en nuestro país sino en todos los demás países donde se le conoce.
Sin embargo, y a pesar de ello, todavía seguimos siendo miopes, puesto que más allá de lo etiquetado como poesía peruana, y reconocido dentro del “canon oficial” (o lo establecido), también es cierto que no todo está dicho, —y probablemente jamás lo estará—, y que aún hay mucha veta (ignorada, es cierto, por ese mismo “canon”) qué descubrir, ­—si nos atenemos al espacio geográfico que nos identifica—. Pues bien, ese es un trabajo que nos compete a todos los que de alguna manera estamos incluidos en el pensar de nuestro hibridaje (poético digamos) y que nos negamos a que la “oficialidad sólo (y siempre) provenga desde la metrópoli”.
Además, sabiendo que muchas “regiones” han jugado un papel importante en el desarrollo de nuestra poética, (por ejemplo el Grupo Norte en Trujillo u Orkopata en Puno), no cabe duda que es necesario el trabajo difusor de cada región, propuesta desde la misma región y hecha especialmente por los focos intelectuales que cada una posee (ahora ya no hay pretextos para no hacerlo). Sólo así se podría llegar a un entendimiento partiendo desde la misma periferia de la metrópoli, y que sin lugar a dudas, nos podría inducir a un corpus verdaderamente nacional.
Y eso es lo que hasta ahora puedo entender de Walter Bedregal Paz (Tacna, 1965), quien, más allá de rebuscarle los puntos a las ies (sin ninguna intención sociológica que ayude a entender mejor el proceso del desarrollo de la poesía en Puno) en una extensa introducción (26 pp., y algo enredada por cierto), nos presenta su selección de poetas puneños bajo el título provocador de Aquí no falta nadie (Juliaca, Grupo editorial “Hijos de la lluvia”, 2008) libro en el que hace un breve pero imprescindible recorrido por la poesía puneña, desde inicios del siglo XX hasta la actualidad.
Y es que, de alguna manera, Walter trata de establecer «La esencialidad de la poesía altiplánica peruana», a partir de lo que José Gabriel Valdivia ha propuesto como «los dos rieles del ferrocarril del sur»: Alejandro Peralta y Carlos Oquendo de Amat. Y en cuyos durmientes estarían «las voces renovadoras de Efraín Miranda y Vladimir Herrera, [ya que] sin esta doble perspectiva [sería] imposible comprenderla y peor aún percibir sus secuencias evolutivas». Y dentro de esta esencialidad, mostrar «por lo menos [esos] dos aspectos en los cuales [el poeta Juan Yufra considera], coinciden la mayoría de los poetas allí instalados. Primero expresan una poética del yo y luego una poética de la naturaleza donde el contexto y las influencias traman un lenguaje confuso a veces y, en otras oportunidades, una reflexión honda de cuestiones personales cuando no insignificantes».
[1]
Y es por esto que líneas arriba mencioné acerca «del pensar nuestro hibridaje», porque todo esto nos lleva a la reflexión, la teorización, el ensayo… sino, entonces JGV no habría podido concluir «que dentro de la gran poesía peruana, si cabría hablar de regionalidades para interpretar la escurridiza heterogeneidad, hay tres grandes fuentes: La limeña, permanentemente alimentada por soñadores provincianos, luego la arequipeña y, finalmente, la puneña. No sólo por la cantidad de poetas sino también por la calidad de los escritos».
[2] Entonces ahora “los rieles” ya no son poéticos, sino casi sociológicos, y avanzamos mucho mejor.
Por ello, no quiero entrar en detalles sobre la forma de su selección, —la misma que por cierto ha causado muchas molestias, jaculatorias de circo y algunos insultos (sumado a réplicas nada constructivas) ni trascendentes (Cf. la revista Apumarka número 11 por ejemplo)—. Pienso que el antologador siempre se moverá subjetivamente, siendo motivo de disgusto para aquellos que no se encuentran dentro de sus vericuetos papilares en lo que a lo antologado se refiere. Tampoco diré si está correctamente hecha, al fin y al cabo, la antología es de Walter, y sólo él es responsable de lo que hay en ella. (Que me disculpen estos 21).
Y a pesar que José Luis Ramos ha dicho que Walter «desde el principio se niega a seguir el método ya tradicional de estructurar la antología en base a generaciones, sean éstas etáreas, ideológicas o de otro tipo, y apuesta más bien a imaginar una estructura rizomática en la que poetas y poemas se van integrando como un todo» la antología representa para su autor su propio parnaso; y así, sus respectivas contradicciones (necesarias por supuesto), esas «incoherencias entre el método y el resultado» de alguna manera representan la osadía (recordemos que Juliaca es la periferia de Puno), aunque sea inválida, del antologador, y le dan legitimidad, más allá de lo suscitado a través de los comentarios (incluidos los cocachos y las tiradas de pelo) que los (y los no) antologados han hecho. Es decir, que el discurso bedregaliano termina por construirse.
Al fin y al cabo, interesa más tener en la mano una selección (a pesar que pueda ser o parecer parcial y engatusadora), ya que lo mejor que uno puede encontrar leyéndola, es el nombre de algún poeta desconocido, que resulta interesante, como por ejemplo (y en mi caso) Vladimir Herrera: Tu memoria conserva pájaros en el fuego/difícil / decirte / adiós; / Aprendemos que cada hora de enlace y separación / es el fin, / caminando por un parque sin monumentos / ni dioses; o Eddy Sayritupa: El día es una puerta inevitable. / Las personas tienen puertas y ventanas. / Tienen puertas y ventanas las personas que habitan a las personas. / Las personas con las cortinas abiertas de su pecho. / […] Levantan la mano y paran una noche.
·
Y —a pesar que se ha reclamado por más nombres— los nombres de los 21 elegidos son: el olvidado Alejandro Peralta, Carlos Oquendo de Amat, Efraín Miranda, Omar Aramayo, Percy Zaga, Gloria Mendoza Borda, Vladimir Herrera, José Velarde, Boris Espezúa Salomón, Lolo Palza, Alfredo Herrera Flores, Simón Rodríguez, Fidel Mendoza, Gabriel Apaza, Walter Paz, Erdi Flores, Eddy Sayritupa, Darwin Bedoya, Luis Pacho, Rubén Soto y Filonilo Catalina; todos elegidos por alta solvencia y “diversificación”.
Finalmente quiero seguir insistiendo en que una buena antología jamás estará mal seleccionada, (o jamás será “incompleta”, y eso muy bien lo sabe el autor). Y eso sucede porque existen muchos criterios para hacer una: ideológico, temático, teórico, generacional, por género, etc. Y si de alguna manera se le considera así, simplemente hay dos formas de rebatirla: o no hablando nada de ella, callándola para siempre; o de lo contrario confrontándola con otra mejor y, —aunque insisto, nuevamente en que no existen antologías mejores—, demostrando cómo hacerla (o algo parecido).
De paso, así generamos más espacios para el diálogo y la discusión, lo necesario dentro de aquella dialéctica que sirve para hallar el entendimiento. De ahí que no hay nada que reclamar a Walter. ¿Quemar el libro?, ¿recomendar que no se compre, o no se lea? No, nada de eso, pues parafraseando lo que le dijo a través de una carta César Vallejo a uno de los seleccionados, la antología ya está caminando, y «lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado».

Aquí no falta nadie, 302 pp.
Walter Bedregal Paz
Juliaca, Grupo editorial “Hijos de la lluvia”, 2008.
·
[1] Juan Yufra.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Aquí no falta nadie




Escribe: José Gabriel Valdivia


Walter Bedregal Paz

Aquí no falta nadie.

Grupo Editorial Hijos de la Lluvia & LagOculto Editores

2008. pp 300

Juliaca-Perú.


Las antologías siempre darán que hablar, porque no son todos los que están, ni todos los que están son. Aunque existen pretensiosas antologías universales, las continentales y con mayor entusiasmo las nacionales, siempre son recibidas no de buen grado. Hasta hace poco creíamos que las antologías locales no suscitaban ningún alboroto, puesto que casi siempre estaban todos los que son y todos los que son estaban. Pero la que reseñamos, ha sido petardeada desde todas las ínsulas lacustres, aun por los propios antologados. Y ello, según el autor, está bien, porque así declaran la existencia de su trabajo ante el registro civil literario.

La vanguardia, gran predicadora de lo nuevo que hoy sabe a antiguo, empezó a publicar sus Nuevas Poesías para instalarse en el continuum de la praxis poética. Recordamos la de Borges, Huidobro e Hidalgo. En el Perú, posteriormente, Eielson, Salazar Bondy, Sologuren, y luego Salazar Bondy y Alejandro Romualdo, hicieron lo propio. Desde allí, cada generación se ha creído con la fuerza y méritos suficientes para elaborar su propia antología: Estos Trece (70) Última Cena, Viva voz (80- Lima/Arequipa), entre las más conocidas. De las últimas hornadas de poetas ya existen antologías y estas han recibido lo merecido.

La poesía puneña destaca en el panorama nacional y americano a partir del vanguardoindigenismo de las décadas veinte y treinta del siglo XX. Las más conocidas antologías que pretenden dar fe de ese momento y de los posteriores, son las de José Luis Ayala, Feliciano Padilla o el trabajo historiográfico de Jorge Flores Aybar. El flamante parnaso de poetas lacustres que reseñamos, ha sido elaborado desde Juliaca por Walter Bedregal y pretende cerrar el siglo XX y abrir el XXI.

Desde el título tiene un espíritu provocador, porque si no falta nadie, las ausencias están demás. Sin duda que esto ha llamado la atención de los puneños y han enfilado contra el libro sus lanzas coloradas. El prólogo de Bedregal es sugerente y osado para justificar la selección de los poemas, desde una lectura intertextual, siguiendo a Gérard Genette, y de una orientación fractal, inspirada en una poética del sueño borgiano.

La esencialidad de la poesía altiplánica peruana va prendida de los dos rieles del ferrocarril del sur. En uno Alejandro Peralta, en el otro Carlos Oquendo de Amat, pero en los durmientes las voces renovadoras de Efraín Miranda y Vladimir Herrera. Sin esta doble perspectiva es imposible comprenderla y peor aún percibir sus secuencias evolutivas. Es por ello que dentro de la gran poesía peruana, si cabría hablar de regionalidades para interpretar la escurridiza heterogeneidad, hay tres grandes fuentes: La limeña, permanentemente alimentada por soñadores provincianos, luego la arequipeña y, finalmente, la puneña. No sólo por la cantidad de poetas sino también por la calidad de los escritos. Y esta antología, de pulcra edición, lo demuestra con suficiencia y sin extrapolaciones.

miércoles, 27 de agosto de 2008

¿A DÓNDE SE DIRIGE LA CRÍTICA LITERARIA “PERUANA”?


Por Rodolfo Ybarra



David Abanto (Lima, 1968). Ha estudiado Lengua y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es miembro de planta de editorial “Norma”, y pertenece –desde hace buen tiempo- a la nueva generación de críticos literarios que, con sus generosos aportes teóricos y continuos artículos, debates e intervenciones en conferencias, está dando nuevos aires (junto a una nueva hornada de críticos) al retocado y cambiante (no en lo canónico) panorama literario peruano.

Esta entrevista –a pesar de no abarcar sólo lo poemático- nace a raíz de un encuentro de poesía en el Centro Cultural Británico de Miraflores organizado por el poeta Miguel Ildefonso, lugar donde con los poetas y críticos Paul Gillén y Alfredo Villar, compartí una mesa de diálogo y divergencias necesarias.

Antes de dar inicio a la entrevista, quisiera apuntar como elemento de motivación hacia una crítica esclarecida que entre un cultivador del mester de clerecía (o un crítico del mester de clerecía) y un juglar (o un crítico de poesía o literatura popular) hay más que cuestiones de público dirigido o temáticas encontradas. Un propugnador del mester vendría a ser cómo un poeta erudito alejado por decisión propia de lo popular, mientras un juglar sería algo más que el poeta popular, cuya cuestionada erudición podría verse “anulada” por la misma exposición y el desgaste propio de la cotidianeidad.

En estos tiempos mediáticos –y de exacerbación del conocimiento- quizás el crítico literario moderno sea una hibridación entre el pensador alejado de las tribunas y el orador expuesto a los vítores de las muchedumbres. Es necesario encontrar una correa de transmisión entre el conocimiento literario y la difusión necesaria, quizás la dosis exacta o el balance (o la administración no crematística, cercana a la preocupación honesta) de cada uno, pueda hacer que la crítica literaria vuelva a ser un lugar de discusión y creatividad respetable.

En lo que respecta a la crítica literaria “peruana”, el entrecomillado es para recordar que, a pesar de los esfuerzos desplegados, considero que este título es todavía exagerado y creo que aún permanece como búsqueda sublime. Quizás la octava pregunta donde se habla de críticos como: José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Ricardo González Vigíl, Gustavo Faverón Patriau, Víctor Coral, Javier Ágreda, etc., pueda ofrecernos una idea del trabajo de críticos peruanos que están haciendo un trabajo destacable. Abanto, crítico democrático, amable y conocedor, deja claro que este esfuerzo incluye a más nombres de los que decimos conocer.

Otro de los motivos de esta entrevista, quisiera señalar, es delimitar –y expandir a la vez- un espacio sobre la propia crítica literaria de la cual se habla mucho, pero se escribe poco.

Aquí la entrevista:

- Desde Riva Agüero a Luis Alberto Sánchez ¿cómo consideras (voy a utilizar una frase de Mariátegui) el proceso literario peruano? perdona esta pregunta un poco ambigua, pero de seguro habría de volver, necesariamente, a los andinos y criollos, a los serranos y costeños, los parias y los “pitucos” (o apitucados) a quienes muchos denominan “regios”. Me interesa más el proceso mismo, al margen de subjetividades o precariedades conceptuales.

- Rodolfo, al hablar del “proceso de la Literatura peruana”, debemos considerar las tendencias hegemónicas y subordinadas (considerando la noción de “heterogeneidad cultural” de Antonio Cornejo Polar, vinculada a la de “transculturación narrativa” de Ángel Rama) y debemos abarcar no solo a los escritores situados dentro de los "modelos occidentales", sino a los que ostentan ese grado de transculturación, fruto de nuestra diversidad cultural. La presencia de varios idiomas, etapas históricas y el paso de un sistema de transmisión oral al uso de la escritura sirven para que, en el caso de la creación literaria, poseamos una de las más ricas tradiciones artísticas de América.

En líneas generales, debemos considerar que la “escena contemporánea” de nuestra literatura, tal como la conocemos hoy en día, se forjó en el periodo que va de fines del siglo XIX a mediados del siglo XX, en un proceso que estuvo estrechamente vinculado con el de la lenta ‘modernización’ de la sociedad peruana.

Siendo mi experiencia limitada a un contacto con la literatura desplegada fundamentalmente en español, me permito sugerir, de un modo general y esquemático, cinco grandes momentos que nos brinden la posibilidad de apreciar su desarrollo. Un primer momento, el de un realismo-romántico, con autores como Narciso Aréstegui, Ricardo Palma, Clorinda Matto y Mercedes Cabello; y un segundo momento, ya en el siglo XX, con autores que exponen un realismo regionalista: Enrique López Albújar, Ventura García Calderón, José Diez Canseco y luego Ciro Alegría. Un tercer momento con un realismo mucho más amplio, consistente y documentado, que quiebra con el Romanticismo y ensancha la noción de lo real. En esta etapa aparecen autores que siguen vigentes. El caso más notable, en poesía, es el de José María Eguren; en el cuento, Abraham Valdelomar; pero sin duda la figura solar (que abarca no solo la poesía sino también la narrativa, el drama, el ensayo, la crónica e incursiones en guiones cinematográficos) es César Vallejo, la cumbre más alta de la literatura peruana (a la que acompañan dignamente la abisal obra de Martín Adán y la obra de desconcertante textura de Gamaliel Churata) con irrefutables méritos en el dominio del lenguaje, en su capacidad de desarrollar una expresividad sumamente innovadora y en su riqueza para retratar la naturaleza humana con una hondura única, vigente en pleno siglo XXI.

Un cuarto periodo despliega los nombres, en poesía, de Javier Sologuren, Blanca Varela y Carlos Germán Belli y, en narrativa, de José María Arguedas, Mario Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez: los más grandes novelistas peruanos a nivel hispanoamericano. Arguedas que para muchos sigue siendo considerado —de modo errado— como un escritor espontáneo, de escasa conciencia en lo tocante a las técnicas literarias (como si su única preocupación hubiera sido la “quechuización” del español y no los recursos expresivos a emplear) tiene obras maestras perdurables (desde joyas breves como “La agonía de Rasu-Ñiti”, hasta obras como Los ríos profundos y El zorro de arriba y el zorro de abajo); Vargas Llosa, nuestro escritor vivo más importante, tiene la obra más imponente en conjunto (en la que destacan La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo) y Miguel Gutiérrez, el escritor con el universo narrativo de mayor versatilidad —aun sin la repercusión y la consagración internacional que su obra merece— que ha desarrollado, en sus libros más perdurables (Hombres de caminos, enlazado a la monumental La violencia del tiempo; El mundo sin Xóchitl y de otro lado Poderes secretos y Babel, el paraíso), una obra que sobresale en hondura simbólica, densidad psicológica, vibración poética y complejidad de referencias culturales.

En la actualidad, aparecen escritores que no solo anuncian sino ya despliegan una renovación en las tendencias dominantes en la narrativa peruana reciente con una obra que marca un antes y un después en el terreno de nuestra literatura, con diferentes niveles de universalización de la experiencia humana y cualidades destacables para explorar con originalidad e intensidad simbólica nuevos derroteros con gran coherencia artística: Carlos Herrera con Blanco y negro; Iván Thays con La disciplina de la vanidad, Miguel Ildefonso con Hotel Lima (en diálogo fecundo con el edificio de su Obra poética) y César Gutiérrez con 80M84RD3R0.

De lo esbozado, grosso modo, se desprende que el rasgo principal de nuestra tradición literaria es la diversidad de tendencias y vertientes, en fecunda conexión con nuestra heterogeneidad geográfica, étnica, lingüística, cultural..., diversidad actuante al interior mismo de la mayoría de nuestros principales escritores (desde el Inca Garcilaso y Guaman Poma de Ayala —pasando por González Prada, en un largo etcétera en el que habría que considerar a autores como Oquendo de Amat, Westphalen, Ribeyro, Loayza, Reynoso, Durand, Eielson, Rose, Romualdo, Scorza, Corcuera, Rivera Martínez, V. Herrera, Verástegui, Watanabe, Calvo, Cisneros, Curonisy, Hora Zero, Narración, Montalbetti, Santiváñez, Kloaka, Heredia, Ampuero, Cueto, T. Ruiz Rosas, Niño de Guzmán, Cárdich, Iwasaki, Prochazka, Pancorvo, Helguero, Crisólogo, Yrigoyen, De Piérola, De Souza) y que se puede entrever en escritores con mucho potencial como León Zamora, Santiago del Prado, Sandro Bossio y escritores como Santiago Roncagliolo, Luis Hernán Castañeda, Daniel Alarcón, Jerónimo Pimentel, Miguel Ángel Sanz Chung, Salomón Valderrama y Denisse Vega Farfán. La emergencia y el reconocimiento de la obra de escritores como Roberto Zeballos Rebaza y Percy Galindo son constatación de ello.

Por eso, considero inadecuado postular oposiciones simplificadoras (como la que se dio entre escritores “puros” y “comprometidos”, la que se da entre escritores “urbanos” y “rurales”, “criollos” y “andinos”, aquellos ajenos a nuestro pasado autóctono y adheridos a la “cultura occidental”), en vez de admitir nuestra multiplicidad literaria, lingüística y cultural como expresión de “Todas las sangres” que nutren nuestro Perú.

Al respecto, Peter Elmore ha señalado que los escritores con oficio, encarnan distintas tendencias, con una amplia gama de poéticas, de registros estilísticos, que pueden sostener la expectativa del lector, no como creadores de grandes obras, sino como forjadores de una 'literatura', una tradición.

- ¿Qué se entiende por crítica literaria moderna?

- Creo que sería conveniente distinguir, como lo ha sugerido mi maestro Ricardo González Vigil, entre las distintas acepciones con que se suele asociar a la palabra “crítica”. Una primera acepción alude al estudio de la literatura en general (no importa si impresionista o riguroso, si meramente descriptivo o interpretativo), una segunda hace referencia al comentario de obras de reciente aparición y, más exactamente, una tercera acepción define el esclarecimiento de textos literarios por medio de la triple tarea de describir, interpretar y valorar (Leo Spitzer). Es esta tercera designación la que mejor caracteriza a la crítica literaria, distinguiéndola de la teoría literaria, la historia de la literatura y la simple apreciación subjetiva.

Hecha esta aclaración creo que podríamos designar como crítica literaria “moderna” (entrecomillo esta expresión por la fragilidad del significado al que remite y que nos lleva a la idea de “modernité” empleada por Baudelaire y rememora la eterna querella entre clásicos y modernos) a aquella crítica que colabora con la necesidad de una lectura competente, lo cual implica leer los textos a la luz de los códigos que el autor pone en funcionamiento. No los que el crítico quiere propiciar o imponer (aunque posea el enorme talento de un Wilson o un Bloom), sino los que han hecho posible la urdimbre del tejido que es el texto.

Recientemente Julio Ortega ha señalado con meridiana claridad que la función de la crítica es pensar que “no es propietaria de la verdad, ni establece sanciones universales ni tiene como punto de vista la eternidad”.

Como consecuencia, añadiría, la crítica debe ser flexible, sensible a la poética del fenómeno literario que examina. No debe someter los textos a la teoría, debe adaptarse a las obras. Si lo consigue, realiza su auténtica función, porque el crítico no es otra cosa que el lector más reflexivo y creativo de una obra literaria. “El crítico debe ser un forjador de lectores” ha dicho Ortega.

- Las reseñas literarias y los pequeños alcances periodísticos sobre literatura se pueden considerar como parte (a)sistemática de una crítica que no tiene mayores espacios de expresión, o podemos hablar de una seudocrítica o nueva tendencia dentro del proceso literario.

- Como mencionaba, existen diversas acepciones que se cobijan bajo la denominación de “crítica”. Pero podemos reconocer dos espacios para la expresión crítica: uno a un nivel más formalizado (Universidades, cursos universitarios, ciertas publicaciones periódicas, talleres y diplomados) y otro que aparece en los medios masivos de comunicación y en el que, por lo general, no hay el suficiente nivel de discusión crítica.

En el primer caso, se trata de una crítica académica. En este tipo de crítica hay dos excesos: uno de ellos es la sacralización del método y hace que, a veces sea más arduo leer la crítica que las obras mismas, en una especie de “críptica” literaria. El otro exceso se da en una perspectiva diferente: el desarrollo excesivo en el contacto entre obra literaria, ideología y funciones sociales, con el riesgo de conducir el mensaje estético a términos denotativos.

En el segundo caso, está la crítica de divulgación (que en las últimas décadas parece haber disminuido debido a la poca importancia que se le concede en los medios de comunicación). Constituye una crítica casi inmediata, cotidiana y supone un crítico que tenga un amplio conocimiento de la tradición que rápidamente pueda emitir una opinión. Esto obliga a aventurar opiniones y siempre, en este caso, existe el peligro de formular comentarios arbitrarios e imprudentes.

- En cuanto a la especialización crítica, observo que no hay personas técnicamente calificadas para ejercer una determinada crítica, por ejemplo: González Vigil (que escribe poesía) reseña y critica libros de poesía, de narrativa y de ensayo por igual (igual sucede con casi todos los críticos limensis y de provincias). No obstante, la poesía, requiere un tipo de análisis muy diferente a la de la narrativa. Por su lado, el ensayo implica mayor cobertura cultural mientras que la poesía está más cerca al análisis lingüístico. La especialización es algo que no ha calado por estos lares, hay una especie de síndrome de Krautz. Un difuminación de las ideas. Me interesa tu reflexión.

- Hoy en día, hemos olvidado y perdido tantos códigos y símbolos históricos, mitológicos, religiosos y estéticos que apenas entendemos las referencias más frecuentes para una persona culta del siglo XIX y parte del siglo XX. Nuestras referencias son, sobre todo, comerciales, cuando no políticas (y en un sentido estrecho del término). Nuestro acervo cultural nos remite a un lenguaje vacío con un vocabulario trivial que no se presta a la lectura de obras de arte.

Un caso emblemático que nos puede ayudar en la reflexión es el que glosaba el maestro Luis Jaime Cisneros en su cátedra de Narrativa del Siglo de Oro Español: en el Capítulo I de la Primera parte del Quijote, si leemos con calma, convendremos en que Alonso Quijano leía “con tanta afición y gusto” que vino a tropezar en la locura. El problema no es la lectura ni el tema de los libros, sino la manera de leer los libros.

El crítico debe “leer” la obra en su contexto histórico y como particular realización de cualidades abstractas definidas por la teoría (lo que Emil Staiger ha expuesto como lo lírico, lo épico y lo dramático).

Debe estar capacitado para ceñirse al nivel de abstracción elegido: una obra, un autor, una corriente, una época, un género. Luego, “confianza en el anteojo, nó en el ojo”, adecuar los métodos a los textos sin aferrarse a criterios inflexibles.

En el Perú, el pensamiento crítico (a pesar de los notables avances y la presencia del magisterio de críticos importantes como Alberto Escobar, Manuel Jesús Baquerizo y Antonio Cornejo Polar, por mencionar solo a algunos estudiosos peruanos) aún es muy incipiente para afrontar el “desborde” que se da en toda la sociedad y cambia la imagen de la literatura peruana que ya no se puede ver en función de un pequeño grupo o cenáculo de escritores que creía representarla (supone integrar tradiciones orales, andinas y amazónicas, las creaciones de provincias).

González Vigil apunta cómo en las páginas de El zorro de arriba y el zorro de abajo Arguedas nos brinda un testimonio inquietante y conmovedor en el que nos muestra su perturbación por no entender lo que estaba sucediendo y su desesperación porque la realidad se le escapaba de las manos... Si esto le acontece a un creador, cómo no suponer —señala González Vigil— que esto le pueda suceder a un crítico.

De ahí que se imponga un enlace vivificante entre los aportes de los especialistas y el público no especializado. Un enlace orientador, didáctico, que difunda los resultados de las investigaciones y el “estado de la cuestión”.

- El que un poeta critique a otro poeta, un narrador a otro narrador, etc., no lo pone en un lugar de expectativas en relación a una crítica “confiable”, creo que esto adquiere ribetes sardónicos cuando los mismos participantes de las críticas se entrevistan entre ellos en lo que he denominado el “trencito literario”. Cuál es tu opinión.

- El fenómeno que describes con la expresiva figura del “trencito literario” es algo que se ha dado a lo largo de la historia de la literatura, es algo que se da en nuestros días y algo que, seguramente, se dará en los tiempos por venir (no siempre con resultados “rectos”, en todos los casos). Y, como bien señalas, no pone necesariamente al autor en un lugar de expectativas “muy confiables” en relación con resultado que se puede obtener del mismo.

Pero considero, también, que el resultado que se pueda obtener del uso del “trencito literario” dependerá (depende y ha dependido) de la honestidad y rigurosidad con la que el creador desarrolle su labor crítica (menciono como ejemplo los casos paradigmáticos de Göethe y Schiller, Verlaine y el enfant terrible Rimbaud, Flaubert y Le Poittevin, Eliot y Pound, en nuestro medio puede verse en los casos emblemáticos de Valdelomar con Eguren o el del joven Vallejo con “el gran maestro” González Prada, el del mismo Vallejo con Antenor Orrego, el de Westphalen y César Moro, el del joven Vargas Llosa con el consagrado Arguedas y, ya más próximos a nuestros días, el de Oviedo con Vargas Llosa u Oquendo con Lauer y, en su momento a un nivel latinoamericano, el del mismo Vargas Llosa con Gabriel García Marquez, el de Borges con Bioy Casares, etc.).

El ejercicio crítico debe ser riguroso, pero no rígido. Precisamente una de las cosas más difíciles de armonizar en el ejercicio de la labor crítica es la amistad con el juicio crítico (no siempre se logra ello y, como bien apuntas, la crítica se torna una actividad caricaturesca que en lugar de favorecer la lectura plena de un texto, la perjudica).

- El hecho de que no haya revistas de críticas (me estoy refiriendo al sistema analógico) pone en un estatus de atención a los blogs y a las revistas virtuales de literatura. ¿Qué opinión te merece esto y qué publicaciones te parecen las más relevantes?


- En la actualidad, existen revistas de alto nivel que justifican afirmar que sí existe una crítica especializada, con mucha discusión metodológica. Ya he apuntado los abusos en el ejercicio de este tipo de crítica (sobretodo la crítica vinculada a la estilística y la semiótica).

Si alguna virtud tiene la crítica literaria que aparece en ese infinito campo de disputa política e ideológica que es Internet es haber sido más abierta y receptiva a toda esa diversidad que hoy exhibe la creación sumando esfuerzos a los intentos que se presentan en los medios masivos de comunicación, en los últimos treinta años.

De hecho, en el ámbito más formalizado el horizonte se torna esperanzador para el asedio de la literatura (tanto intrínseco como extrínseco del estructuralismo a la sociología). Creo que la presencia de publicaciones como Lexis, Revista de crítica literaria latinoamericana, Hueso húmero, Patio de letras, Ajos & Zafiros, Martín e Intermezzo tropical es prueba de ello.

En un plano de divulgación atado a la discusión cultural amplia vale mencionar revistas como Arteidea, El Pez de Oro, Revista peruana de literatura y Sieteculebras.

El reconocimiento de esta realidad no nos lleva a negar que aún no se alcanza la instancia de proyectos comparables a Colónida, Amauta, Las Moradas y Narración.

En Internet el espectro es abrumadoramente inagotable y tenemos, sobretodo en los últimos cinco años, una gran proliferación de revistas virtuales, páginas Web especializadas y los blogs. Destaco la encomiable labor de revistas como El hablador, Porta9, y blogs como Moleskine literario, Puente aéreo, Palincestos, La soledad de la página en blanco, Zona de noticias, Sol negro.

Sin embargo, con todo este desarrollo aun estamos muy lejos de arribar a una síntesis de nuestra trayectoria literaria, que obedezca a las nuevas concepciones y metodologías, de modo comparable a la elaborada por los estudiosos de los años veinte y treinta del siglo pasado (José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, Aurelio Miro Quesada Sosa, Estuardo Núñez, Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, A. Tamayo Vargas, A. Tauro, etc.) a pesar de las limitaciones tecnológicas de su tiempo.

- Existen varias corrientes de crítica literaria, una, por ejemplo, se base en el estudio filológico, otra es más socio-cultural y, otra, es más fijada en el público lector (la periodística); hay por cierto otras tendencias, pero creo que todas pasan por el hecho de “escribir bien”; ahora “escribir bien” no significa, precisamente, escribir para las grandes mayorías. Hay una cuestión de mercado detrás de todo esto. Cómo lo ves tú.


- El ejercicio de la crítica literaria (se dé en un nivel técnico o en el de los medios masivos de comunicación) requiere de una persona que está obligada a conocer Teoría Literaria, Metodología, Historia, etc., pero que debe esforzarse por llegar en forma cristalina e iluminadora a sus lectores.

El propósito esencial de la crítica literaria es un reto complicado y un desafío abierto en una época en la que hemos perdido la costumbre de lo difícil, lo profundo y lo lento. Es muy complicado (no imposible) hacer que niños y jóvenes educados al ritmo del zapping, el videojuego y el Chat, se tomen el tiempo de sentarse a disfrutar y gozar con la lectura de un libro. Internet propone todo en un tiempo presente perenne.

La crítica académica y la crítica de divulgación son necesarias y deberían estar relacionadas y favorecerse recíprocamente. Sin embargo, en países como nuestro Perú con muchas carencias culturales, la finalidad de la crítica literaria sería ponerse al servicio de la mayor cantidad de lectores.

El que no se haga no solo es una cuestión de mercado, creo que es un asunto vinculado al manejo del poder aunque habría que precisar a qué se alude con esto. Pero la responsabilidad de la crítica literaria sí se puede señalar si no cumple con su designio y considera que su función es solo contribuir a la inflación retórica de un dominio especializado del conocimiento (ajeno por completo al contexto y la circunstancia en los que se desarrolla). Su error se puede evidenciar si cree que su fin es hacer creer que los poemas, las novelas, los dramas proliferan con el único objeto de producir ciertos desordenamientos formales en el cuerpo lingüístico. La crítica, de un modo conciente o inconsciente, nos ayuda a leer el mundo.

Una cosa que me parece enojosa es que nuestra incapacidad para leer nuestra realidad esté llegando a extremos tales que se acepte como natural o con indiferencia el hecho que nuestros niños se distancien del placer de leer al llegar al colegio. Y resulta irritante que se culpe de ello solo a los profesores. Olvidamos que los seres humanos nacemos como animales lectores. Somos seres que, por tener conciencia de nosotros mismos, venimos al mundo tratando de desentrañarlo. Olvidamos que la aproximación de los seres humanos al maravilloso mundo del lenguaje se da en el hogar, con los padres. El asunto de la lectura de libros es otro asunto y tiene que ver con el control del poder. Como ha señalado Alberto Manguel “Encontrar ese libro que está escrito para nosotros es hallar un arma para enfrentarse al mundo”. Y eso no es conveniente para quienes ejercen el poder.

Necesitamos palabras para dar coherencia al mundo que nos rodea, sobre todo en este momento de locura, de estulticia casi voluntaria; hay que reflexionar sin dogmas. Sabemos casi exactamente cuándo nos quedaremos sin petróleo, sin agua, y no hacemos nada. Las palabras son hoy más necesarias que nunca. (“Tristes armas/ Si no son las palabras. /Tristes, tristes.” dicen unos versos de Miguel Hernández).

Se necesita el filtro del vocabulario simbólico para poder acercarnos no solo a los antiquísimos conocimientos, sino también —y eso resulta muy peligroso— la preparación para comprender los discursos políticos de naturaleza bélica como los de la administración Bush (o un McCain) o lo que conlleva el mensaje de la maquinaria de la campaña que bajo el eslogan “cambio” desarrolla el candidato Obama (sin ofrecer argumentos con razones sustanciales para esperar “cambios” esenciales), no hay respuestas: se acepta la propaganda porque no se dispone de los conocimientos que nos vinculen con una tradición de discursos políticos que nos permitan no estar indiferentes ante el maltrato excluyente y los hábitos autoritarios en la vida cotidiana. Quienes están en el poder nos dicen que para sentir placer tenemos que olvidarnos del mundo, escuchar cifras, someternos a normas autoritarias, amar los símbolos y no lo simbolizado, dejarnos subyugar por míseros paraísos,… deshumanizarnos.

Pero el auténtico placer, el que nos alimenta y nos anima, el que nos redime tiende a lo contrario: a tomar conciencia de que somos humanos, que existimos como pequeños signos de interrogación en el vasto texto del mundo.

Si le diésemos a la educación la importancia que le damos a otras cosas en la sociedad descubriríamos el poder de la lectura. Y es que una de las cosas esenciales que proporciona la lectura es aprender a pensar, y no hay nada más riesgoso para el poder que un pueblo pensante.

Los esfuerzos de la crítica se aúnan a todas las grandes tentativas del arte moderno dirigidas a restablecer el diálogo entre las cosas, el hombre y el lenguaje.

- Qué opinión te merecen críticos como (voy a mencionar algunos nombres): José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Ricardo González Vigíl, Gustavo Faverón Patriau, Víctor Coral, Javier Ágreda, etc.

- Baste decir por el momento que la labor crítica de las personas que mencionas debe ser apreciada manteniendo en claro el tipo de crítica que ejercen y sus aportes a la comprensión del desarrollo del “proceso de la literatura”.

En ese sentido, resultan innegables y fundamentales los aportes de Oviedo (con un consenso sobre la significación de Estos 13, su aporte a la labor critica respecto de la obra de Mario Vargas Llosa, el balance de la creación en Historia de la literatura hispanoamericana); de González Vigil (sus aportes al estudio de autores como Garcilaso, Vallejo, Arguedas y sus asedios a la poesía y narrativa breve peruanas en sus monumentales antologías, amén de su labor divulgadora sensible como un sismógrafo a los cambios en el proceso de la literatura, no solo peruana, principalmente a través de su columna Letra viva del diario El Comercio) y de Oquendo (animador, junto a Lauer, de Mosca Azul editores, la excelente Hueso Húmero y ávido promotor del diálogo y la discusión a través de su columna Inquisiciones en el diario La República) resultan innegables. El caso de Faverón Patriau resulta un caso ejemplar de la seriedad y rigor con los que se renueva la tradición crítica en nuestro medio (avance de ello son sus calas a la narrativa peruana, su introducción al tema de las rebeliones indígenas del siglo XVIII en Hispanoamérica, Rebeldes, y su antología Todas las sangres). En estos tres casos, resulta significativo (sobretodo en el de González Vigil) el afán de establecer un nexo vivo entre los estudiosos de la literatura y el lector.

En los casos de Coral y Ágreda el punto es otro. Su labor más conocida está vinculada a la crítica que aparece en los medios masivos de comunicación. El primero, atento al potencial de la escritura crítica —como lo prueban sus prólogos y aproximaciones a diversos autores—, no ha desplegado ni sistematizado aún una obra crítica equivalente a su obra de creación (en verso y prosa). El segundo, con una plausible labor de registro, informa y valora de un modo constante y sistemático sobre los libros que acaban de publicarse o acaban de llegar a nuestro medio (dan fe de ello sus columnas que bajo el título de Jaque perpetuo publica en el diario La República y, recientemente, su página en el suplemento Primera Semana del diario La Primera).

Habría que, para no ser injustos, destacar la labor otros valiosos críticos como Julio Ortega, Luis Loayza, Marco Aurelio Denegri, Tomás G. Escajadillo, Enrique Ballón Aguirre, Ricardo Silva-Santisteban, Francesca Denegri, Carlos García Bedoya, Jorge Wiesse, Peter Elmore, Susana Reisz, Carlos Villanes Cairo, Ana María Gazzolo, Camilo Fernández Cozman, Miguel Ángel Huamán, Jorge Valenzuela, Gonzalo Espino, Jorge Flórez-Áybar, Guillermo Niño de Guzmán, José Antonio Mazzotti, Jorge Coaguila, Gonzalo Portals, Ricardo Virhuez, Luis Fernando Chueca, José Ignacio Padilla, Carla Sagástegui, Juan Carlos Galdo, Dorian Espezúa, Ricardo Sumalavia, Marcel Velázquez Castro, Darwin Bedoya, Paul Guillén, Raúl Jurado, Gabriel Icochea, Manuel Erausquín, Carlos M. Sotomayor, Agustín Prado, Alberto Valdivia,... pero hacer un juicio crítico personificado de su labor sería una licencia excesiva de mi parte a la presunción.

Seguramente podrá señalarse limitaciones y divergencias en el ejercicio de la crítica (lo he hecho en su momento), pero en este instante mi función no es dogmatizar ni pontificar, disiento de la exhibición del mal uso de la crítica concebida como una operación negativa. La crítica es constructiva. Baste señalar, por mi parte, que lo único que me parece insoportable es el ejercicio de la crítica literaria que desarrolla una especie de vanidad por la simpleza, que hace que la gente se enorgullezca de no pensar, que considere a la literatura solo como un mero entretenimiento y que margine y excluya al lector de su labor. Ya gran parte de lo que nos rodea parece estar creado para que no pensemos. No es que en la actualidad haya menos lectores (siempre los lectores han sido parte de, tomando prestada la expresión de Juan Ramón Jiménez, “la inmensa minoría”), pero estamos perdiendo el respeto por algo que antes se consideraba muy importante. La lectura se ve como una actividad sospechosa porque el que lee parece aislarse socialmente; pero eso no es cierto: leer es una forma de conocer el mundo e involucrarse con él.

El crítico debe colaborar con la comprensión cabal del texto, del autor, el movimiento o el fenómeno literario en cuestión. Pero debe ser conciente de que ninguna lectura agota la riqueza de una obra. Al respecto ha señalado Enrique Vila-Matas que todo libro contiene libros que se han perdido dentro del proyecto final del libro que se termina publicando. Son libros que no están al alcance de ningún crítico, pues son los “libros invisibles” esenciales de la literatura que manifiestan uno de los rasgos particulares de las grandes obras: la creatividad, la connotación polisémica (la ambigüedad) que genera tantos problemas de interpretación y valoración, capaz de permitir lecturas opuestas. Por eso, Umberto Eco no habla de Poética, sino de poéticas (en plural y minúsculas). Por eso, Yuri Lotman escudriña la condición literaria de un texto en las codificaciones culturales de una colectividad.

Sin embargo, la conciencia de esta limitación (“el dolor del crítico” dice Vila-Matas) no apaga sino estimula la búsqueda del crítico “uno que fuera tan osado como el gran novelista que está leyendo y que ha llegado con su libro hasta el crítico tras un viaje de derivas invisibles, no aptas para críticos imperfectos”.

- No sé si antes, pero ahora los críticos ya no buscan los libros a “criticar”, son los autores, las editoriales y ciertos testaferros los que, presurosos, buscan a los críticos. Este hecho influye de alguna forma en los resultados de apreciación de los libros.

- Lo que mencionas es un hecho que no tiene que ver, en sentido estricto, con el libro y la literatura, y no es exclusivo de esta época; quizá hoy se hace más evidente por el grado de desarrollo de la pujante industria editorial. Es claro que es este uno de los factores (no el único ni el principal, necesariamente). La industria editorial, en muchos casos, se ha convertido en fabricante de “productos” llamados “libros” y está llena de negociantes que han decidido meterse en el mundo del libro y aplicar, legítimamente, al libro las leyes del mundo del comercio (hoy en día existen libros con “fechas límite de venta” lo que es una de las peores circunstancias que se ha adueñado del medio editorial) y hacen creer que la literatura es solamente una cuestión de compra y venta quitándole su esencia. Al respecto, quiero citar unas declaraciones de Jorge Herralde que no se deben olvidar: “Lo más importante es el autor, evidentemente. Luego está el mensaje implícito que quiere dar toda editorial literaria” y no solo literaria, añadiría.

Estamos, entonces, viviendo como elementos en un engranaje que está construido para hacer dinero, sin importarnos cuál es el costo ni el resultado aparte del financiero. La crítica (y la creación) literaria, en este contexto, no está —ni ha estado— al margen de este mecanismo. La globalización como fenómeno producido por las comunicaciones y el desarrollo de la industria editorial son hechos inevitables y oponerse a ellos es tan absurdo como pretender detener el tiempo. La globalización capitalista y la industria editorial mercantilista que están en marcha son cosas diferentes, y contra ellas sí podemos opinar y actuar en uso de nuestra razón y de nuestros legítimos derechos como lectores y ciudadanos.

No tengo cómo hacer apología del mundo que resultará de tal oposición, pero sí creo que podemos denunciar los peligros y riesgos que la actual orientación de la globalización y la industria editorial comportan.

Ya Octavio Paz había manifestado que el poeta, el artista en general, ha terminado por estar en la megalópolis industrial mecanizada con sus heterogéneas concentraciones de muchedumbres humanas y de individuos solitarios, falto de un “lugar” y un “status”; y la poesía, por extensión la literatura, ha terminado por ser considerada inútil y ornamental, además de separada del contacto directo con el público. Esto debido a una creciente circulación comercial de la poderosa industria editorial y un mecanismo crítico que crea a su alrededor pequeños círculos de iniciados, muchas veces, con criterios inflexibles que pone en funcionamiento una labor ajena al anhelo de una crítica rigurosa.

Pero una mirada a la historia de la literatura, nos muestra como el ejercicio de la crítica (y la creación) literaria sanamente entendido no desaparece en situaciones de crisis, sino que, cual Ave Fénix, renace siempre fulgurante de las cenizas.

- Agradezco tus respuestas, ojalá lo vertido aquí nos ayude a discernir (y construir, quizá con el tiempo se logre esto) en el correcto papel de una crítica literaria que, por ahora, luce bastante desnutrida y, por ratos, alejada de la realidad. Hasta otra oportunidad.


- Yo agradezco tu amabilidad y hospitalidad, por darme la posibilidad de reencontrarme con la reflexión de viejos y nuevos maestros y dialogar con ellos. Creo que como señalas, en muchos aspectos, la labor de la crítica literaria es limitada y en muchos aspectos aun está haciendo sus pinitos iniciales. Diverge de la extraordinaria madurez de nuestra poesía y narración, tal vez porque ella sufre de modo inmediato y radical la anemia y anomia culturales de nuestro país (insuficiencia de bibliotecas actualizadas, conocimiento de varios idiomas, acceso a buenas traducciones, profesores de literatura preparados, insensibilidad de nuestros gobernantes, etc.).

Es innegable que la actual crisis moral, que afecta la legitimidad del sistema político y trasciende las fronteras nacionales y las del Tercer Mundo, puede devenir en cualquier momento en crisis política. Y esto, obviamente, también repercute en el terreno de la creación y recepción literarias (y artísticas). El asunto desborda el escenario cultural, la crisis actual no es responsabilidad de la crítica, a la que, en el ámbito literario, se acusa de propiciar o imponer autores y lecturas que fuerzan y distorsionan el mensaje de las obras. El que ello ocurra no es solo responsabilidad del crítico, es también responsabilidad del “hipócrita” lector. Este no cuestiona, no interroga al texto, a la tradición; solo busca respuestas. Se olvida de que la lectura es creación y como tal exige sacrificios.

Ante lo señalado, quizá resulte un lugar común afirmar que el Perú es un país con una enorme fuerza, lo cual no hace menos cierta esta afirmación. El Perú está condenado a ser grande. Nuestro país tiene ingentes recursos energéticos y mineros, una cantidad de recursos en las dos grandes materias primas del futuro: el agua y el oxígeno. Pero ahí no acaba la historia, porque también me importa hacer notar lo esencial: las reservas de optimismo, ingenio y dignidad de sus ciudadanos que, en medio de todo, enriquecen y redimen en el día a día a nuestro “Perú del mundo/ y Perú al pie del orbe”...

Se puede esgrimir razones para el pesimismo y el escepticismo, pero que, al lado de la insensibilidad y frivolidad de los gobernantes, de la escasa importancia que se le otorga a la vida humana, de tanto discurso grandilocuente y vacío, en el Perú se escriba tan alta literatura, solo puede ser un signo inequívoco de tiempos mejores.

martes, 26 de agosto de 2008

LA POESÍA ÁGRAFA




Escribe: José Gabriel Valdivia


La escritura poética del homus faber ha demanadado en su praxis una aventura gráfica. La elección de formas, tipos y tamaños de letra, así como la disposición de los grafemas y otros signos y/o símbolos en el papel (página) en blanco son objetivaciones de la expresividad y comunicabilidad del arte poética en general.

Los estudios literarios ubican en el periodo simbolista europeo el inicio de la auténtica amodernidad literaria. Esta se manifiesta en diversos espacios y culturas, siendo los poetas franceses quienes manifiestan una marcada actitud poético-gráfica. En el siglo XX, con la vanguardia y el surrealismo se acentúa esta práctica literaria que presenta el poema desde una perspectiva visográfica, logrando una amplia difusión y consolidación en el movimiento denominado concretismo.

Lo que pareció en ese inicial momento una simple aventura formal, fue vista posteriormente como un acto de rebeldía transgresora de los códigos y un verdadero intento de ruptura con la imperante tradición romántica. Esta dósis necesaria de subversión contra el continuum literario tuvo también sus practicantes y activistas en Latinoamerica y por supuesto en el Perú, donde se han hecho estudios críticos y hasta una antología de poesía concreta que atina a considerar esta actitud creadora como parte de la tradición poética peruana.

Los textos de Rubén Soto Cruz, que conforman esta original publicación, nos han provocado esta primera contextualización desde Occidente europeo e indoamericano. Pero al encontrarnos con su lectura con el término istalla nos atrevemos a persivir en su autor una actitud culturalista-neoindigenista- para interpretar y asumir el rol del poeta y del texto (por la forma de su presentación), además de los elementos linguisticos vernáculos y temáticos que nos plantean una pertinente reflexión acerca de los códigos y lasd relaciones con los conceptos de trasculturación, heterogeneidad o hibridismo, creados por la comprensión de la comunidad social y literaria peruanas.

En lo concerniente a la aventura gráfica sobre papel, esta istalla literaria es prueba del desencuentro/conflicto que se ha manifestado con fatigada continuidad en poetas puneños ya clásicos (Alejandro Peralta, Gamaliel Churata, Dante Nava, Carlos oquendo de Amat), o algunos contemporáneos (José Luis Ayala, Omar Aramayo, Gloria Mendoza, Boris Espezúa, Alberto Cáceres). La lucha contra el formato gráfico del libro, como limitante de la naturaleza poética, ha buscado nuevas maneras de presentación como la que se pretende en esdta producción iconográfica.

El breve conjuro poético que nos entrega Rubén Soto Cruz nos incita a continuar con esta churatiana reflexión sobre la aventura gráfica-codical-cultural, que subyace a todo acto de inefable "peruanidad" que intenta la búsqueda con desesperación o templanza, pero que no se encuentra como debiera o quisiera ese cactus inasible en la pupila pretérita.

lunes, 25 de agosto de 2008

Filonilo Catalina *


Miro el horizonte
y algo como tú desaparece
son las seis y cinco de la tarde
y se enciende este verso como leño en los andes.
Filonilo Catalina


Escribe: Walter L. Bedregal Paz

Luis Alberto Rodríguez Castillo
(Coaza, Puno 1974)


Premio COPÉ de BRONCE 2005, con El monstruo de los cerros. Ha publicado Memorias de un degollador, (2000); La canción de la cucaracha (2003); Janaí o para cantar bajo la lluvia (2005); Poesía (2006); mereció las siguientes distinciones: Primer Premio en los Juegos Florales 1998 - 2000 de la UNSA; finalista en el Concurso de Poesía 2001 organizado por la revista Dedocrítico; en el 2003 fue antologado en el texto del Premio COPÉ de poesía; también forma parte de la antología de la XII Bienal de Poesía Premio COPÉ 2005. Actualmente dirige el programa radial Ciudad de papel y de la revista de literatura del mismo nombre, así como co-editor del sello Triángulo y Cascahuesos.



LA CASA LLENA DE UN VACIO


(A Manuel Scorza)


Tu casa será la misma casa

con el mismo color triste en su fachada

no tendrá

la flor parecida a tus pies que quise sembrar a la entrada

Tu casa será la misma casa

Y yo me quedaré con las ganas:

de verte llena como la luna (desnuda y solitaria)

de besar el dedo gordo de tus pies

y luego ver

como cubres con sólo tu sonrisa el mundo

Tu casa será la misma casa

Sin mi locura diaria

Sin el alboroto de los hijos que no tendremos

Sin la rosas que quise regalarte en febrero

Tu casa será la misma casa

y yo me quedaré con las ganas

de sorprender tus labios por las mañanas

de gritarte con dulzura y enojarme

sólo por el gusto de reconciliarme

Tu casa será la misma casa

y para siempre será

la tristeza con la que marcho

esta tristeza de que no tengas mi corazón para remendarlo:

con vientos de siempre

con hojas de invierno

pero con los cinco pétalos de la flor que siempre serán tus manos.




AUTORRETRATO DEL DESENCANTO


Recuerdo que yo era un joven suave como la hoja de un árbol

Recuerdo

mi desnudez de vereda frente al público

mi bella y roja pobreza de geranio en macetero

mis versos malos

las canciones que dedicaba a las niñas que a cambio

me regalaban un adiós como un caramelo sobre los labios

ahora soy un tiro al blanco

una de las tantas pistas que permanecen inconclusas sin asfalto

un vago e mierda que no ha logrado domesticar sus manos

y se pasa la vida deseándole la muerte a todos los presidentes

soñando

con un premio que me pueda comprar la casa, la mujer

y los gorditos y blancos hijos del vecino

que me mira con pena y no sabe si responderme al saludo o

mandarme a la mierda

Recuerdo que quise honradamente ganarme el pan

Recuerdo también

Que quise honestamente –

Conquistar una mujer


Ahora me contento cuando hay días que llueven y

cuando hay días que no llueven me contento también

cuando me dan un beso en vez de un pan y

cuando me dan un pan en vez de un beso también.


Poema Celeste

Celeste es una mujer que adorna
como un arte que bambolea sus 18 quilates – las feas calles de Lima

Celeste tiene:
desnudos los zapatos
y una mirada irreconciliable
a Celeste se le podría vender como estampita de Santa
en la puerta de cualquier Iglesia
pero ella cobra 15 soles en una avenida
y da con su rostro estampado en el frío

Celeste gira y da con la vida
(15 soles y la misma avenida)
Celeste se va se viene
y se detiene para poder pasar

Celeste repite los días
y las calles repiten a Celeste todos los días

Celeste se mete
la noche al bolsillo trasero y
ensaya una sonrisa capaz de alojar esa Av. que transita su vida

Celeste aprendió desde muy niña
el arte de atravesarle
alfileres a los sueños mientras se está dormido
y dejarlos – a los sueños –
quietecitos sin que puedan mover sus alas
es de noche
y Celeste abre las piernas
con la misma destreza con que una lechuza extiende sus alas.


POEMA PARA QUE NO TE ACUERDES DE MÍ


Para que no te acuerdes de mí

acuérdate de lo tonto que soy


Acuérdate:

de lo torpe que soy bailando salsa

de mis estúpidas borracheras

de lo infiel que he sido

Acuérdate

de lo celoso y furioso que estoy

y no te olvides

aquella vez

que te puse encima la mano

ni

de lo animal que soy cuando te cojo


Tampoco

mi costumbre de escupirle al mundo en el centro de sus plazas

mucho menos

te olvides del desorden de mi cama i de mi cara


Para que no te acuerdes de

acuérdate de lo poco ambicioso que soy


Y que nunca tendré profesión ni casa

acuérdate

de lo infantil que soy escribiendo versos

Pidiendo

prestada tu voz para despertar a las hormigas

Pero sobre todo

¡NO TE OLVIDES!

de lo peligroso que es vivir

con un hombre que se pasa todo el día

P e n s a n d o e n t i


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(*) Parte de este texto está inmerso en el libro Aquí no falta nadie, antología de poesía puneña de Walter L. Bedregal Paz. Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" & LagOculto Editores. 2008.