lunes, 13 de octubre de 2008

AQUI NO FALTA NADIE 2



PRESENTACIÓN DE

AQUÍ NO FALTA NADIE: Antología de poesía puneña

Instituto Cultural Peruano Norteamericano

Arequipa, 24 de setiembre de 2008

Por: José Luis Ramos Salinas

Es curioso que un libro se presente dos veces, más curioso que el presentador sea el mismo, y más todavía si ambas presentaciones se hacen en una ciudad tan pequeña para estos menesteres como es Arequipa. Pero estamos aquí y eso -no diré que es lo que importa- sino que hay que hacerlo importar.

Presenté este libro hace ya algunos meses en la Alianza Francesa y luego del acto casi protocolar, como tiene que ser, pasamos a una discusión más amical del mismo, que giró en buena medida alrededor de quienes reclamaban a gritos por la ausencia de algunos poetas en el libro que comentamos. Así surgió la idea de que un buen título para una antología era: Los hijos de puta. Pues, creemos que así, nadie zapatearía para que lo incluyan en ella.

Luego, he tenido la oportunidad de leer algunas críticas al libro que nos convoca esta noche y también las respuestas que se han dado a las mismas. Y ello, junto con la anécdota apenas señalada, me convencieron de poner a debate esta noche, las ideas que propondré en unos instantes.

Pero hagamos antes una pequeña remembranza de la presentación en la Alianza Francesa. En aquella ocasión, hablamos básicamente de dos cosas, a propósito, más que de la antología misma, del método elegido por Walther Bedregal para hacer esta antología,: los rizomas formados a manera de fractales en base a hipotextos e hipertextos. Dijimos entonces que tal método chocaba con dos cuestiones:

La primera: que varios de los antologados no cabían dentro del rizoma planteado, por lo que el problema de la antología no era, como se ha dicho, el que faltan varios poetas, sino que sobraban algunos.

La segunda: iba a cuenta del subtítulo del libro: Antología de la poesía puneña, pues sostuvimos que el método del rizoma no admitía gentilicios en cuanto determinación geográfica, y por tanto entraba en crisis la puneñidad si se refería a un ámbito espacial, e incluso si se refería a una identidad cultural, si esta es pensada como algo dado y no como algo que se construye, que es el postulado de quienes proponen el rizoma como forma de organización de todo lo que se mueve (no de los que está) en la sociedad contemporánea.

También hablé, ciertamente, de los méritos que creo tiene esta antología, pero no los voy a resumir aquí. Prefiero reflexionar otra vez sobre el método de los rizomas, pero esta vez vinculándolo no a la antología misma, sino a las críticas que se le han hecho.

PRIMERA CRÍTICA: No están todos los que deberían estar.

La crítica que más se ha escuchado y leído acerca de esta antología, es que hay varios poetas que por su calidad y trayectoria merecían haber sido antologados, no haberlos considerado es una falta de respeto, y hasta una provocación e insulto si se tiene en cuenta que la antología se titula: Aquí no falta nadie.

Tratemos ahora de deconstruir esta crítica. Para eso prestemos atención a las categorías que utiliza:

Poeta: en primer lugar se reclama por la ausencia de poetas, y esto revela algo que muy posiblemente ni siquiera los antologados han percibido, esta antología es una antología de poemas, no de poetas; entre estas páginas no hay poeta alguno, lo que hay aquí son poemas. Si esto es cierto, lo que acabamos de decir vale en realidad para cualquier otra antología. Entonces, para que la crítica sea válida, para que el reclamo sobre ciertas ausencias sea coherente, no debió hablarse de poetas, sino de poemas. Debió decirse: cómo es posible que tal poema no haya sido incluido, si se trata de un texto fundacional, o para decirlo con las categorías con las que trabajó el antologador: si se trata de un hipotexto; o de un hipertexto que revaloró tal o cual hipotexto, o que diversificó el rizoma de la poesía puneña dándole una riqueza que no tenía.

Pero no se reclamó por eso, se reclamó por poetas, acaso reclamaban por ellos mismos, como si los poetas tuvieran alguna importancia. Raúl Zurita lo dice muy claro, no importa el poeta, lo que importa es la poesía, y la poesía no le pertenece a los poetas, ni siquiera sus poemas le pertenecen (mucho menos en estructuras rizomáticas, como intentaremos demostrar más adelante), la poesía le pertenece al lector, le pertenece a todo aquel que puede emocionarse ante algunas líneas impresas en un papel. Al poeta no le corresponde presentar reclamos por no ser incluido en una antología, esa es labor de la burocracia, de la mesa de partes; al poeta le corresponde la construcción de una sociedad en la que todos puedan gozar y sufrir la poesía, si para eso ecribe poemas en buena hora; si para eso lucha contra todo lo aintipoético, qué bueno.

Por tanto, este libro solo puede ser objeto de reclamo sino despertara emociones en el lector, que podría, incluso, no leer o no recordar en lo absoluto el nombre del autor o los autores. Y yo creo que este libro destila emociones por todos lados, que este libro está lleno de poesía y en ese sentido no admite reclamo alguno. Aunque para ser consecuentes con lo que acabamos de decir, sí hay algo sobre qué protestar: que se haya incluido los nombres de los autores.

Walther Bedregal subestimó a los autores de los poemas que incluyó en su libro, a ellos no les interesa en absoluto figurar, solo les interesa la poesía, solo les interesa las emociones que sus textos pueden provocar, estoy completamente seguro que estos poetas le pedirán a gritos que en la próxima edición borre sus nombres, demasiado antipoéticos para un libro tan bueno como éste.

Por eso el antologador se equivocó cuando tituló su libro Aquí no falta nadie, porque aquí no hay nadie, aquí hay algo. O al revés: Aquí sobran todos, salvo los poemas.

Vayamos a la otra categoría: la trayectoria de los excluidos. Los poetas puede que tengan trayectoria, muchas veces ésta puede ser absolutamente nefasta desde el punto de vista de las buenas costumbres, de la ley incluso; otras veces ésta puede ser brillante desde la perspectiva de los premios obtenidos, la producción bibliográfica, etc. Pero insistamos aquí no hay poetas, los poetas se antologan en las páginas sociales de las revistas de moda; aquí hay poemas, poesía, y ésta no tiene trayectoria, o es inaprensible, se presenta como un momento mágico detrás del cual puede haber mucho trabajo y mucho tiempo por parte del autor, pero veremos que en las estructuras hipertextuales los autores no importan, sino los lectores, y para ellos se trata de un instante de lucidez.

Además las estructuras rizomáticas se mueven en lo que Manuel Castells llama el tiempo atemporal, y no puede haber trayectorias en él, al menos en el sentido en que lo plantean quienes esbozaron esa crítica a este libro.

Que esta antología constituye una provocación y un insulto, me parece más una virtud que un defecto en una sociedad tan pasiva como la que vivimos, en la que la tragicómica profesía de George Orwell parece haberse cumplido en cuanto al Gran Hermano y su poder panóptico, incluidos los rizomas, por cierto. En donde la rebelión consiste en emborracharse con los cocteles que nos invitan las instituciones del sistema, o en participar de los actos celebratorios del mayo del 68 que organiza Zarkozy.

En un mundo así la poesía tiene que ser provocación, en un mundo que es una especie de estercolario planetario, la poesía tiene que ser un insulto. Si este libro es, entonces, una provocación y un insulto, ello no abona en su contra, sino a su favor.

SEGUNDA CRÍTICA: Hay algunos que no debieran estar.

Esta crítica se cae por su propio peso. En primer lugar ya dijimos que no tiene sentido hablar de personas. En todo caso debió decirse que hay algunos poemas que no debieron estar y demostrar por qué.

Y los criterios hubieran sido tan difíciles de sostener como lo son los que justifican su presencia en algo que estamos denominando, mediante una estructura rizomática: poesía puneña.

Pues tendríamos que establecer con toda claridad qué es lo puneño. Y si aceptamos la lógica hipertextual esa tarea no solo se hace difícil, sino imposible. No hay manera de establecer dónde termina lo puneño y dónde empieza lo que no lo es. Los rizomas ponen en crisis la categoría de identidad.

UNA REFLEXIÓN FINAL

Si aceptamos todo lo que hasta aquí se ha dicho y nos fijamos bien, comprenderemos que la lógica hipertextual no solo ha puesto en cuestión la identidad, sino la autoría misma.

Este libro está concebido, aunque no impreso, como una obra en sí misma, no como un conjunto de poemas yuxtapuestos, sino como un gran poema hipertextual. Pero entonces salta la pregunta, quién es el autor de Aquí no falta nadie. Y aquí tendrá que disculparme Walther, porque ciertamente en la estructura hipertextual, él, más que un autor, es un promotor de ciertas conexiones, de ciertos flujos, aunque si aceptamos las premisas que él mismo se ha planteado, ni siquiera vendría a ser un promotor, pues los lazos ya existían antes de que él publicara este libro. Entonces, Walther vendría a ser lo que dijimos en la primera presentación que hicimos de este texto, un magnífico fotógrafo de un cierto rizoma en un momento dado.

Pero si Walther no es el autor, quién lo es entonces? Los poetas cuyos poemas han sido antologados? Podría ser, pero a lo sumo de «sus propios» poemas, y lo que está aquí no es una sumatoria de poemas, ni una sumatoria de autorías, sino una estructura conformada por hipo e hipertextos. Y lo que nos estamos preguntando es quién es el autor de esta estructura: todos los poetas y a la vez ninguno, y puesto que la estructura alcanza «palpabilidad» en la construcción mental que de ella se hace el lector, en realidad el autor es el letor, o por lo menos un prosumidor, en la fórmula de Alvin Toffler, es decir que cuanto menos participa parcialmente en el proceso de creación. Los autores serían entonces los poetas y los lectores. Pero no podríamos referirnos solo a los poetas que aparecen en el índice, porque sin duda ellos se habrán valido de hipotextos escritos por poetas ausentes explícitamente de este libro, pero no creativamente. Y qué lectores? los que leyeron el libro obviamente, pero también los que lo van a leer, y no podemos responder, en este extremo, a esa pregunta, sino de manera abiertamente indefinida, con lo que la idea de autoría se difumina hasta desaparecer por completo.

Y así se cumple lo que quería Raúl Zurita, que no importen los poetas, los autores, sino la poesía. Un gesto en este sentido sería dejar de firmar los poemas, los libros. O en todo caso colocar en el pie de imprenta algo así como: texto base por fulano, recreación por usted. O fulano propone, usted dispone. Y por usted nos estamos refiriendo al lector como es obvio.

Pero nos parece poco justo que éstas recreaciones no tengan otro espacio que la mente del lector, debieran, pensamos, incorporarse al texto mismo, haciendo de éste un hipotexto y del que añade el lector un hipertexto. Notas al margen o al pie, podría ser, pero esa es una tecnología de las épocas en las que no se cuestionaba la categoría de autor. Ahora tenemos tecnologías mucho más potentes que permiten no solo hacer esos agregados, sino integrarlos en el texto base, de manera que pasa de hipertexto a hipotexto, y así puede dar paso a otro hipertexto que podrá convertirse en hipotexto y así hasta el infinito. Esa tecnología es la que usa Internet, pero no es exclusiva de ella.

Todo esto, nos lleva a decir finalmente, que si lo que se quería era llevar hasta las últimas consecuencias el método de fractales, rizomas, hipotextos e hipertextos, este libro no debió tomar el formato impreso que tiene, sino uno digital, mejor virtual, que dejara lo nodos abiertos para convertirse en fuente inagotable de hipertextos, que definitivamente ya no estarán bajo el control del antologador.

Claro que eso ya no sería poesía, sino hiperpoesía, y no sé si la vanidad de los poetas, sea capaz de resistir tanto.

sábado, 11 de octubre de 2008

SOBRE VIENTOS, ALTURA, UN LAGO Y UNA ANTOLOGÍA DE POESÍA



Por: José Córdova

La poesía hecha en nuestro país es vastísima, diversa, inagotable, y en muchos casos, hasta singular, sobre todo si hacemos un recorrido, no tan minucioso, desde la aparición de José María Eguren, (sin olvidar por cierto a Mariano Melgar, y la “poesía oral” recopilada por estudiosos inagotables como el mismo José María Arguedas) pasando luego por las vanguardias de inicios del siglo XX, hasta su total diversificación a partir de los años 60 de ese mismo siglo.
Ahora bien, si atendemos las propuestas de “heterogeneidad” de Antonio Cornejo Polar o la de “hibridaje” de Néstor García Canclini, se puede armar fácilmente un corpus poético que de pronto pueda convertirse en un derrotero (como un intento más viable, digamos), que nos ayude a entender el por qué de esta riquísima orfebrería que hasta el momento representa la poesía peruana, no sólo en nuestro país sino en todos los demás países donde se le conoce.
Sin embargo, y a pesar de ello, todavía seguimos siendo miopes, puesto que más allá de lo etiquetado como poesía peruana, y reconocido dentro del “canon oficial” (o lo establecido), también es cierto que no todo está dicho, —y probablemente jamás lo estará—, y que aún hay mucha veta (ignorada, es cierto, por ese mismo “canon”) qué descubrir, ­—si nos atenemos al espacio geográfico que nos identifica—. Pues bien, ese es un trabajo que nos compete a todos los que de alguna manera estamos incluidos en el pensar de nuestro hibridaje (poético digamos) y que nos negamos a que la “oficialidad sólo (y siempre) provenga desde la metrópoli”.
Además, sabiendo que muchas “regiones” han jugado un papel importante en el desarrollo de nuestra poética, (por ejemplo el Grupo Norte en Trujillo u Orkopata en Puno), no cabe duda que es necesario el trabajo difusor de cada región, propuesta desde la misma región y hecha especialmente por los focos intelectuales que cada una posee (ahora ya no hay pretextos para no hacerlo). Sólo así se podría llegar a un entendimiento partiendo desde la misma periferia de la metrópoli, y que sin lugar a dudas, nos podría inducir a un corpus verdaderamente nacional.
Y eso es lo que hasta ahora puedo entender de Walter Bedregal Paz (Tacna, 1965), quien, más allá de rebuscarle los puntos a las ies (sin ninguna intención sociológica que ayude a entender mejor el proceso del desarrollo de la poesía en Puno) en una extensa introducción (26 pp., y algo enredada por cierto), nos presenta su selección de poetas puneños bajo el título provocador de Aquí no falta nadie (Juliaca, Grupo editorial “Hijos de la lluvia”, 2008) libro en el que hace un breve pero imprescindible recorrido por la poesía puneña, desde inicios del siglo XX hasta la actualidad.
Y es que, de alguna manera, Walter trata de establecer «La esencialidad de la poesía altiplánica peruana», a partir de lo que José Gabriel Valdivia ha propuesto como «los dos rieles del ferrocarril del sur»: Alejandro Peralta y Carlos Oquendo de Amat. Y en cuyos durmientes estarían «las voces renovadoras de Efraín Miranda y Vladimir Herrera, [ya que] sin esta doble perspectiva [sería] imposible comprenderla y peor aún percibir sus secuencias evolutivas». Y dentro de esta esencialidad, mostrar «por lo menos [esos] dos aspectos en los cuales [el poeta Juan Yufra considera], coinciden la mayoría de los poetas allí instalados. Primero expresan una poética del yo y luego una poética de la naturaleza donde el contexto y las influencias traman un lenguaje confuso a veces y, en otras oportunidades, una reflexión honda de cuestiones personales cuando no insignificantes».
[1]
Y es por esto que líneas arriba mencioné acerca «del pensar nuestro hibridaje», porque todo esto nos lleva a la reflexión, la teorización, el ensayo… sino, entonces JGV no habría podido concluir «que dentro de la gran poesía peruana, si cabría hablar de regionalidades para interpretar la escurridiza heterogeneidad, hay tres grandes fuentes: La limeña, permanentemente alimentada por soñadores provincianos, luego la arequipeña y, finalmente, la puneña. No sólo por la cantidad de poetas sino también por la calidad de los escritos».
[2] Entonces ahora “los rieles” ya no son poéticos, sino casi sociológicos, y avanzamos mucho mejor.
Por ello, no quiero entrar en detalles sobre la forma de su selección, —la misma que por cierto ha causado muchas molestias, jaculatorias de circo y algunos insultos (sumado a réplicas nada constructivas) ni trascendentes (Cf. la revista Apumarka número 11 por ejemplo)—. Pienso que el antologador siempre se moverá subjetivamente, siendo motivo de disgusto para aquellos que no se encuentran dentro de sus vericuetos papilares en lo que a lo antologado se refiere. Tampoco diré si está correctamente hecha, al fin y al cabo, la antología es de Walter, y sólo él es responsable de lo que hay en ella. (Que me disculpen estos 21).
Y a pesar que José Luis Ramos ha dicho que Walter «desde el principio se niega a seguir el método ya tradicional de estructurar la antología en base a generaciones, sean éstas etáreas, ideológicas o de otro tipo, y apuesta más bien a imaginar una estructura rizomática en la que poetas y poemas se van integrando como un todo» la antología representa para su autor su propio parnaso; y así, sus respectivas contradicciones (necesarias por supuesto), esas «incoherencias entre el método y el resultado» de alguna manera representan la osadía (recordemos que Juliaca es la periferia de Puno), aunque sea inválida, del antologador, y le dan legitimidad, más allá de lo suscitado a través de los comentarios (incluidos los cocachos y las tiradas de pelo) que los (y los no) antologados han hecho. Es decir, que el discurso bedregaliano termina por construirse.
Al fin y al cabo, interesa más tener en la mano una selección (a pesar que pueda ser o parecer parcial y engatusadora), ya que lo mejor que uno puede encontrar leyéndola, es el nombre de algún poeta desconocido, que resulta interesante, como por ejemplo (y en mi caso) Vladimir Herrera: Tu memoria conserva pájaros en el fuego/difícil / decirte / adiós; / Aprendemos que cada hora de enlace y separación / es el fin, / caminando por un parque sin monumentos / ni dioses; o Eddy Sayritupa: El día es una puerta inevitable. / Las personas tienen puertas y ventanas. / Tienen puertas y ventanas las personas que habitan a las personas. / Las personas con las cortinas abiertas de su pecho. / […] Levantan la mano y paran una noche.
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Y —a pesar que se ha reclamado por más nombres— los nombres de los 21 elegidos son: el olvidado Alejandro Peralta, Carlos Oquendo de Amat, Efraín Miranda, Omar Aramayo, Percy Zaga, Gloria Mendoza Borda, Vladimir Herrera, José Velarde, Boris Espezúa Salomón, Lolo Palza, Alfredo Herrera Flores, Simón Rodríguez, Fidel Mendoza, Gabriel Apaza, Walter Paz, Erdi Flores, Eddy Sayritupa, Darwin Bedoya, Luis Pacho, Rubén Soto y Filonilo Catalina; todos elegidos por alta solvencia y “diversificación”.
Finalmente quiero seguir insistiendo en que una buena antología jamás estará mal seleccionada, (o jamás será “incompleta”, y eso muy bien lo sabe el autor). Y eso sucede porque existen muchos criterios para hacer una: ideológico, temático, teórico, generacional, por género, etc. Y si de alguna manera se le considera así, simplemente hay dos formas de rebatirla: o no hablando nada de ella, callándola para siempre; o de lo contrario confrontándola con otra mejor y, —aunque insisto, nuevamente en que no existen antologías mejores—, demostrando cómo hacerla (o algo parecido).
De paso, así generamos más espacios para el diálogo y la discusión, lo necesario dentro de aquella dialéctica que sirve para hallar el entendimiento. De ahí que no hay nada que reclamar a Walter. ¿Quemar el libro?, ¿recomendar que no se compre, o no se lea? No, nada de eso, pues parafraseando lo que le dijo a través de una carta César Vallejo a uno de los seleccionados, la antología ya está caminando, y «lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado».

Aquí no falta nadie, 302 pp.
Walter Bedregal Paz
Juliaca, Grupo editorial “Hijos de la lluvia”, 2008.
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[1] Juan Yufra.